Hace un par de días, pude leer en tu muro de Facebook como te preguntabas sobre las constantes quejas o pestes que se dicen sobre las agencias hoy en día. Estoy de acuerdo en la mayor parte de lo que planteas, sin embargo, existe algo que quisiera compartirte siendo alguien que sigue activo en este tren. Antes de responderte quisiera poner una pregunta sobre la mesa, en este caso, sobre una hoja en blanco que espera llegar a un buen puerto ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Para mi, el haber entrado a comunicación y después desarrollarme en publicidad fue por querer hacer algo que me daba placer, en realidad, estudié comunicación por que yo me percibía como alguien bastante malo comunicándose con la gente, lograr cambiar eso y conseguir comunicarme de mejor forma generó en mi algo importante que hoy llamo felicidad. La felicidad en ese momento venía de poder escuchar y entender los motivos de cada persona con la que me pude encontrar, realmente me hacía feliz estar con alguien y poner en común algo que a cada parte le movía, celebrar las diferencias o los puntos de encuentro, eso era realmente placentero. Al entrar en publicidad yo pensaba extender mi felicidad a todo lo que hacía, muy cursi, muy rosa, muy infantil, muy fuera de lugar pero muy yo y así fue como mis maletas estaban llenas de eso al momento en el que decidí irme a la Ciudad de México, donde estuve 7 años. A veces volteo para atrás y no creo que haya sido cierto, pero lo fue. Gran experiencia. Me encontré con oportunidades de aprendizaje, tal y como te los da una de las ciudades más grandes del mundo, de ese tamaño. Tuve la oportunidad de viajar en metro 2 horas de ida y 2 de vuelta para poder ganar menos de 600 dólares al mes en mi primer trabajo, no es queja, es anécdota. Y llevar una de las marcas que más me ha dejado aprendizajes en el corto tiempo que llevo activo en este negocio. Gracias a la tabacalera del vaquero por todo lo que no me permitías hacer, gracias por enseñarme caminos diferentes para crear. Pero no todo es felicidad, no todo es rosa, hay momentos que te hacen preguntarte ¿Para qué estar acá? ¿Para qué dejar mi casa? ¿Para qué lidiar con gente que no es feliz? Me encontré con ejecutivos de cuenta quienes decían que yo me drogaba simplemente por verme bailar en un festival al ritmo de Peter, Bjorn and John (una banda muy interesante en 2007) o Directores de cuenta que pedían mi cambio por que yo olía mal, así de absurdo o de simpático fue mi paso por ahí ¿Qué hice? Me reí, hoy me sigo riendo. Después de eso, tuve la oportunidad de trabajar para un par de personas jóvenes, me dijeron que yo era Director Creativo y me la creí. Fui Juez de concurso, fui todo lo que nunca espere ser, fui por que hoy soy alguien completamente diferente. En esas dos experiencias no me quejé, simplemente por que no había espacio, motivo o razón para hacerlo, estaba aprendiendo y haciendo algo que me generaba felicidad. Obviamente tuve momentos de hartazgo, encontronazos con mi ego, desatinos y demás situaciones poco favorables pero todo construía, todo aportaba. En ese segundo momento, tuve la oportunidad de trabajar con grandes marcas, recibir briefs y hacer propuestas que hoy son mejores prácticas, eso ya fue. La mejor oportunidad que tuve fue estar despierto al momento en el que la queja podía llegar a mi cabeza y expresarse, en ese momento tomé la queja y entendí que podía hacer algo: quejarme de un negocio donde había encontrado crecimiento y oportunidades de aprendizaje o hacer las cosas de otro modo para seguir, elegí la segunda. Lo que estoy tratando de decirte es muy simple, nadie está a la fuerza en publicidad, no es una prisión, las mentes creativas son libres y buscan expresar su libertad en propuestas, en su actuar, en cómo se relacionan con el entorno. La mentes creativas se divierten en donde sea que estén. Yo no estuve a la fuerza, cuando tuve que cambiar de aires lo hice, renuncié a mi no felicidad. Renuncié para encontrarme con eso que me mantenía en un lugar. La publicidad de origen es exponer al público opciones de productos y servicios donde puede encontrar felicidad, la felicidad que se ofrece con un radio, una televisión o una gráfica. Sí, hay niveles de felicidad, vaya hay felicidad a meses sin intereses con tarjetas participantes. Favor de no ponerse filosóficos con ¿Qué es la felicidad?, eso es para otro foro. He observado que mi generación es realmente afortunada, tiene lo mejor del mundo analógico y del digital, entendemos la relación entre un lápiz y un casete de audio, pero también sabemos usar Uber, Tinder o Waze. Mi generación, como muchas otras busca sentirse parte de algo más grande, de un grupo, y una forma sencilla de hacerlo es a través de la queja: señalar el punto negro dentro de un gran lienzo blanco. Siempre será más sencillo quejarse que concentrarse, es más simple ser el abogado del diablo que un jugador de equipo. Creo que mi generación tiene huevos, más de lo que algunas personas piensan, hay gente valiente, que se atreve a hacer las cosas, hay gente talentosa, pero también hay gente quejumbrosa. Hoy, en 2015, las agencias grandes que son parte de un holding, muchas veces dejan de ser espacios que estimulen la creatividad y se han convertido en lugares muy parecidos a la oficina donde se tramita la licencia de conducir o se pagan los impuestos. Decía Leo Burnett, a quien aplaudí durante mi breve paso por su agencia, “El trabajo de una agencia de publicidad es cálida e inmediatamente humano. Tiene que ver con las necesidades humanas, los deseos, los sueños y las esperanzas. Su producto no puede salir de una línea de ensamble”; Hoy las agencias se convierten en líneas de ensamble, un espacio correcto para el nacimiento de la queja, del hablar pestes. Creo, salvo tu mejor opinión, que al entrar al mundo de la comunicación uno hace lo que es realmente humano: construir vínculos con alguien desconocido y eso es como el ligue, debe ser divertido. Para sufrir existen otros lugares, para quejarse está el fútbol y el árbitro. Acá no. Para cerrar es importante decir: si te quejas y no aportas una solución diferente simplemente estás lloriqueando.
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