De repente te detienes y empiezas a darte cuenta que los años pasaron muy rápido y casi ni los notaste. Recuerdas como eras hace 10 años y a modo de regaño te cuestionas ¿Por qué no hice tal cosa? O ¿Por qué hice aquello? Para bien o para mal ya lo aprendiste y aprecias mucho estar más viejo, te hiciste mayor pero sigues usando las zapatillas o el gorro de siempre, eso se resume a tu esencia, al recuerdo de esos años y esos años te hacen escribir a modo de un mal poema lo siguiente: El talento no basta cuando eres perezoso. Debes exigirte mucho y buscar caminos paralelos para producir más. El talento no basta cuando crees que eres el mejor. Se necesita bajarse de la nube y tragarte el ego para mejorar. El talento no basta cuando te crees un rebelde sin causa y no te detienes a escuchar a otras personas. Se necesita aprender de los demás, cambiar de actitud y reflexionar antes de actuar. El talento no basta cuando solo te centras en tus responsabilidades. Se necesita estar atento para ayudar a los demás cuando lo requieran, sembrar buenos actos. El talento no basta cuando te quedas estático cuando las cosas salen mal. Debes seguir moviéndote para salir de esa situación. El talento no basta cuando tienes que quedarte en las sombras esperando reconocimiento. Se necesita pasión para poder continuar. El talento no basta cuando tienes miedo de tomar decisiones, se necesita determinación para afrontar lo que no conoces. El talento no basta si no te ríes de tus fracasos. No basta si gritas tus éxitos. El talento no basta si no eres buena persona. Imagen cortesía de iStock
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