Hagamos un ejercicio. ¿Cuántas de tus marcas preferidas las llevas puesta hoy? ¿Cuántas te has comido o bebido? Es probable que sean más de dos o que en el transcurso del día te hayas topado con algún par más. La realidad es que estamos hechos de marcas, nuestra cara al mundo es justo elaborada a base de nuestras marcas favoritas aunque muchos lo nieguen. Pero cuántas de todas ellas son realmente las que amamos. Hace un par de años tuve en mis manos una lectura maravillosa de Kevin Roberts, Lovemarks: El futuro más allá de las marcas. Uno de mis grandes aprendizajes como publicista fue: “Para que las grandes marcas puedan sobrevivir, necesitan crear lealtad más allá de la razón”. Lealtad, puede sonar complicado después de generar un brief de campaña, puede sonar un objetivo a muy largo plazo o tal vez uno cualitativo que no tiene un número que asegure el éxito de una campaña; sin embargo aquellas empresas que logren entender todo la magia que esconde la palabra LEALTAD tendrán oro en sus manos. Así es, como lo dijo Lennon all you need is love y el secreto radica en entender a la perfección a tu consumidor. ¿Quién es? ¿Qué necesita? ¿Qué le agrada o le disgusta? ¿Dónde está? ¿Dónde definitivamente nunca estará? ¿Cómo lo llaman? ¿Qué piensa el de mí? ¿Qué piensa de otras marcas? ¿Cómo logro hacerlo sentir cómo en casa? El trabajo es arduo, pero vale la pena crear un vínculo de empatía con cada uno de ellos. Yo tengo mi lovemark y algo que tengo bien claro es que jamás me impactó por su publicidad, promociones o producto, fue por un pequeño vínculo que creció desde el primer día que pise una tienda de comida rápida. La experiencia que viví en ese momento me hace sonreír cada vez que paso a lado de una M amarilla, es inevitable sentirme como en casa. El lazo está creado con recuerdos y buenas experiencias de marca, el resultado es ahora lealtad y es justo ahí dónde se genera la magia en publicidad. Y ustedes ¿ya encontraron su lovemark? Imagen cortesía de iStock
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