¿Qué conciencia tenemos de los mecanismos que activamos cuando nos movemos? Parece una pregunta carente de sentido porque en realidad no pensamos cuando nos movemos, nos movemos sin más, parece no haber otra respuesta posible. Pero este hecho tan simple y transparente a priori alberga mucha más complejidad de la que pensamos y tiene una importancia capital e ignorada por muchos de nosotros a nivel fisiológico y motriz. Estamos hablando de la propiocepción, el sentido que comunica e informa a nuestro organismo de cómo está cada músculo en cada momento. Es una capacidad que todos tenemos, que nos permite sentir la posición relativa de partes corporales contiguas y ello interviene en la relación de nuestro cuerpo con el espacio. Es absolutamente transparente a nuestra conciencia y si no la tuviéramos seríamos incapaces de movernos. Si escalamos un poco y aplicamos la misma regla de tres enfrentada al mundo de la empresa podemos preguntarnos: ¿tenemos propiocepción profesional? ¿Qué conciencia tenemos de los mecanismos que activamos cuando nos movemos en nuestro entorno profesional? Esta pregunta, por su parte, sí viene cargada de sentido y las respuestas son innumerables, porque para prosperar en el mundo profesional debemos verter todos nuestros sentidos en el empeño. Movimientos, estrategias, flexibilidad, aperturas, distancias y relaciones humano-profesionales ocupan la casi totalidad de nuestro momento laboral diario, todo un mundo de sensaciones, acciones y reacciones. ¿Pero qué sensaciones? Si decimos que para ser un profesional de valor hay que atesorar conocimiento, actitud, empatía, asertividad, proacción, resiliencia, humildad y emocionalidad entre otros, que levanten la mano los que conozcan a cinco personas que parezcan agruparlas todas. Quizás demos un premio a los que nos presenten a tres con signos evidentes de acercarse mucho y otorguemos el máximo galardón al que nos muestre a uno de ellos que sea auténtico en el manejo y cumplimiento de todas. ¿Difícil, verdad? Pero no lo es tanto ya que no buscamos la perfección, sólo necesitamos ser mejores a diario. Estos tiempos de incertidumbre afloran carencias importantes en las empresas que hace diez años eran invisibles. Llevamos ya unos años viendo que los hilos que forman nuestro tejido empresarial están desgastados, son antiguos y débiles, muchos están tan deshilachados que corren serio riesgo de unirse en rotura a los que ya han sucumbido a la presión. La empresa es un organismo vivo formado por organismos vivos, por eso la propiocepción profesional puede ser ese tratamiento químico que ayude a que los hilos recuperen su consistencia, que retomen su resistencia primigenia y que el tejido pueda ser restaurado y vuelva a la fortaleza con la que fue diseñado y enlazado. Debemos ser ágiles y avezados en detectar y gestionar con esmero nuestra propiocepción profesional interna y externa. El día a día electriza al profesional con ansiedad y dudas lo que llena la empresa de inconsistencias profesionales. Y lo mismo pasa con el mercado, un mercado formado igualmente por personas que llevan años sufriendo el deshilachado y provocándolo, en ocasiones. Los valores comerciales han menguado porque los principios han cambiado. Es urgente que nos centremos en saber dónde estamos, en qué estamos, qué hacemos allí donde estamos y por qué no estamos en otro sitio. Tenemos necesidad de obligarnos a ser diligentes en gestionar toda esa información recogida con mucha mayor velocidad y precisión que hace cinco años y olvidarnos por completo de cómo la gestionábamos hace diez ya que el rancio “porque siempre se ha hecho así” debe dispararnos las alarmas, la propiocepción profesional debe actuar. Hay que implicarse en adquirir el hábito de la propiocepción profesional, nos definirá y perfilará como profesionales y nos ayudará a mejorar, adquiriendo así solidez ese organismo vivo que es la empresa y que vive de sus profesionales y clientes, que son su musculatura. A la vez nos alertará y alejará de los interesados, envidiosos y egoístas que se acercan a nosotros disfrazados de empáticos y preocupados porque tanto interna como externamente, nuestra propiocepción será nuestro sistema preventivo. Debemos gestionar bien la información. Ya lo decía la escritora y poetisa estadounidense Gertrude Stein: “todo el mundo recibe tanta información durante todo el día que pierden su sentido común“. El sentido común es el combustible de la propiocepción profesional y es lo que hará que funcione, siempre que podamos aislarlo de influencias internas o externas y no se vea contaminado por una sobrecarga de información que nos cortocircuite. Con la tecnología actual vivimos inmersos en un mar de sistemas cercanos e intuitivos que nos facilitan a diario la gestión de información, todo un conjunto de sensores que nos ayudan a crear nuestra propiocepción profesional. Sin duda, es el momento de utilizarlos y aprovecharlos.
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