Cuando queremos cambiar “algo” o “emprender”, en una cultura como la nuestra, son normales algunas sensaciones:
- Es normal que nos de miedo cambiar el chip, dejar lo que tenemos tan controlado, perfectamente rutinario y atado, por algo nuevo, probablemente difícil y arriesgado.
- Es normal que nos sintamos presionados por la opinión de nuestros cercanos, que nos asuste su propio miedo a nuestro fracaso, que no nos creamos capaces de soportar miradas condescendientes en plan “pobre, en qué se va a meter” o frases con supuesta buena voluntad que solo tratan de convencerte de que nada de lo que dices es buena idea.
- Es normal que nos sintamos insegur@s y tengamos pánico escénico ante lo que va a pasar.
- Y sobre todo, es normal sufrir al pensar que la aventura nos puede salir mal, que quizás nos estamos equivocando, que quizás no irá bien. Sí, puede ser.
La verdad es que ninguno de esos cuatro miedos es importante El de cambiar la rutina por el riesgo no es miedo, es emoción. Es como cuando estás en un trampolín para tirarte a la piscina. Da mucho miedo, pero sabes que no morirás y que no será grave, pero sabes que vas a caer al vacío, que igual te das un panzaso, que igual hay gente mirando… Y no es miedo, es emoción. Son mariposas de excitación por todo el cuerpo. Y sabes perfectamente que una vez te tires querrás volver a subir y tirarte de nuevo, y que además te sentirás como la campeón@ más grande del universo por haber dado el pasito. Aunque te haya quedado la panza roja como jitomate. El de la opinión de nuestros cercanos no es miedo, es responsabilidad. No queremos hacerles sufrir, no queremos quedar como un@s imprudentes delante de ellos, no queremos que nos vean débiles. No queremos ser la oveja negra, no queremos decepcionar. No es miedo, es una responsabilidad mal entendida. Porque obviamente no es su vida sino la nuestra. El del pánico escénico tampoco es miedo, es sólo vergüenza. Nos da cosita pensar que habrá gente que pensará que no tenemos ni idea, o que no somos profesionales. Y escribir mi nuevo perfil ¿No se burlarán de mi? Hoy en día uno puede ser lo que le dé la gana. Con que aprendas, practiques y no dejes de hacerlo, para el mundo será suficiente. Y el miedo al fracaso no es miedo, es inseguridad. Pero la inseguridad se puede vencer, claro que sí. Puedes ser una persona más segura de ti misma con el entrenamiento adecuado. Puedes aprender a tomar mejores decisiones, puedes aprender a sentir que tus ideas tienen valor, que tus actos tienen valor. Puedes pasar de sentirte un asco a sentirte lo más con algunos ejercicios y un poco de voluntad. ¿Cómo creo yo que puedes ir venciendo todo este ramillete de mieditos? Háblalo, díselo a la gente. Cuanto más mejor. Reinventarte es bonito, es señal de que estás creciendo, de que estás motivad@, de que estás persiguiendo tu felicidad. Es señal de que eres valiente, así que cuéntalo por todos lados. Diles “ahora soy psicóloga pero quiero ser escritora y estoy intentándolo”. Escríbelo en todas tus redes sociales, cambia tus perfiles, ponlo en tu firma del mail. Actúa como si fueras quien quieres ser. La mejor manera de sentirse guap@ es arreglarse y ponerse guap@ igual que la mejor manera de sentirte profesional o segura con tu trabajo es actuar profesional y segur@. Cambia el chip y ve por todo. Yo tenía ese miedo. Nunca quería decir que me gustaba escribir y simplemente lo hacía con miedo. Me sentía una intrusa. No había estudiado para redactar y mi ortografía nunca había sido buena, ni siquiera me parecía que estuviera muy bien. Pensaba de mi misma “vaya con el capricho de la niña”. Un día pensé que si no me lo creía yo, nadie me creería. Y así, empecé a decir que escribo. Ahora digo que soy emprendedora creativa, y les cuento todas mis ideas. Y ya. Costó un poco de vergüenza, nada más. ¿Tienes otros miedos que contarme? Un Abrazo navideño y lleno de buena vibra. Imagen cortesía de iStock
Comentarios