¿Cuántas veces en el ámbito de la creación de un concepto para una campaña, o algún spot, trátese del medio del que se trate, escuchamos al cliente mencionar que quiere algo “creativo” que sobrepase sus expectativas y además que sea funcional? Resulta obvio que cualquiera que sea el objetivo de la campaña, estos son dos pilares fundamentales para que se proyecte con bases sólidas la marca anunciada, pero ¿En cuantas ocasiones el cliente rechaza nuestras ideas a pesar que sea lo mejor para su marca? y aunque sintamos que es el santo grial, para él, simplemente no va a funcionar; es en este momento donde entra en juego algo más importante que todas las ideas que podamos concebir, y es el control mental sobre nosotros mismos. La mayor parte de las ocasiones, ante dicha respuesta, tendemos a caer en la desesperación, o en la constante de odiar un poco al cliente, pero es obvio que no se puede dar lo que no se tiene y si queremos tener influencia sobre él, primero tenemos que tenerla sobre nosotros mismos. Recuerdo cuando mi padre me mencionaba la famosa frase que decía Kaliman: “ no hay fuerza más poderosa que la mente humana, y quien domina la mente lo domina todo”. Si bien, muchos no crecimos escuchando esta radionovela ni leyendo el comic, podemos asegurar queesta frase está más vigente que nunca; la rutina de la oficina y la calle, las reuniones con los clientes o tu equipo de trabajo, aunado al estrés, en muchas ocasiones, nos llevan al límite de nuestro control y cuando, con todo el entusiasmo, le presentas tu “obra maestra” a alguien y ésta la rechaza, todo se puede venir abajo. Recuerdo cuando empezaba en el mundo de la publicidad, y tenía que visitar a clientes locales para convencerlos de que se anunciaran en radio, y la principal herramienta que utilizaba eran mis ideas, sin embargo toda la comunicación de aquel mercado era muy tradicional y lineal. Tratar de convencerlos de cambiar la receta era difícil de lograr, al final del día “ perro viejo no aprende maromas nuevas”. En cada crisis surgen las mejores ideas y a pesar de que llegaba a creer que nunca los convencería, después de 2 o 3 demos que les presentaba surgía la idea perfecta, porque no se trata de cuántas veces fallaste, si no de cuántas veces descubriste que esa no era la manera correcta de hacerlo. La principal labor es no caer en la desesperación; al final del día lo que vale la pena cuesta un poco más de trabajo, en resumidas palabras escuchemos a Kaliman cuando decía: “ serenidad y paciencia amigos”. AUTOR Carlos Omar Romero Publicista de nacimiento y creativo por decisión, estudiante de comunicación UANL.
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