He tenido la fortuna de trabajar en una empresa, agencia, o buró de diseño desde antes de graduarme, de hecho una de las múltiples razones que hicieron dedicarme a este negocio fue que pasé un verano de mi secundaria trabajando en una agencia de publicidad. Lo demás, como dicen los libros, es historia. Me gradué y comencé a trabajar en una empresa, y para mí era lo más normal, por lo que fue un poco extraño cuando un amigo se acercó a mí para decirme que su novia necesitaba de un diseñador freelance y me había recomendado con ella. Claro, me dije, en mis pubertos 22 años, podía trabajar desde mi casa, sólo necesitaba comprarme una computadora y listo. Desde entonces he colaborado con micro, medianas y grandes empresas en proyectos fuera de mi labor del día a día. El trabajo que he realizado de manera externa como freelance, me ha ayudado en gran medida a desarrollar un sentido de equilibrio y de exploración clientística, que en algunas ocasiones no obtienes en un trabajo normal. El trabajar en mis primeros años como externo, fuera de mi horario normal, me ayudó a desarrollar un sentido de responsabilidad y eficiencia. Me enseñó a ser tanto ejecutante como pensador, a saber hablar y sobre todo, algo de lo cual usualmente carecemos, y debería haber una materia especial en toda carrera para ello, me enseñó a vender y ponerle precio a mi trabajo. Es curioso como en mi caso, el trabajo externo se fue dando de boca en boca, primero fueron mis amigos, después amigos de ellos, y al poco tiempo, dichos clientes comenzaron a hablar bien de mí con sus proveedores y otros clientes. Al final del día, mi trabajo y solo mi trabajo hablaba por mí, pero como todo, hay que tener cuidado; trabajar de manera externa puede extenuarte, agotarte y frustrarte, pero, de igual forma, tienes una oportunidad única, que tal vez no puedas aplicar en muchas oficinas, tienes el poder de decidir con quién trabajar. A qué me refiero con esto, todos, y me refiero a todos, nos hemos quejado de por lo menos un cliente en nuestra vida, si no es que de muchos; soportar sus malos tratos, peticiones y cambios al trabajo que realizamos porque, seamos honestos, para eso se nos están pagando en la oficina, agencia o lugar que estemos pero, al ser freelance, puedes experimentar algo único, puedes escoger con quién deseas trabajar. Quieres ser creativo y explotar ese lado que no puedes, o no has tenido oportunidad en tu trabajo de 8 horas, selecciona clientes con los cuales puedas hacerlo, ¿quieres ayudar a una organización sin fines de lucro?, hazlo y cobra poco, ¿solo quieres hacer libros?, ¿ilustrar o hacer branding?, tú decides, tú sabes a quién decirle sí, o no. Y si algún cliente se pasa de la raya, puedes hacerte a un lado y decir: “Lo siento, soy un profesional y no acepto este tipo de tratos o comentarios despectivos a mi persona o trabajo. Creo que debemos terminar nuestra relación laboral”. He tenido la oportunidad de decir esas mismas palabras en un par de ocasiones y es algo catártico. El mundo del freelance puede llegar a ser demandante, salir de tu oficina, llegar a casa, trabajar por las noches y hacer lo mismo los fines de semana, puede consumirte, no sólo creativa y física, también puede hacerlo profesionalmente, siempre trata de tomar la cantidad de trabajo que no interfiera o llegue a ocupar el lugar de tu espacio vital o de tu tiempo libre, puedes llegar a ser consumido por éste, y perder, no sólo tu alma, sino tu salud. Disfruta la experiencia, date el lujo de seleccionar con quién trabajar, ofrécele tu ayuda, siempre dales un poco más de lo que están comprando, se amable, profesional, explora nuevas ideas, diviértete, construye, arriésgate, y sobre todo, disfruta la experiencia, nada te dará más satisfacción y enseñanza durante tu vida profesional, y quién sabe, tal vez esos clientes sean la base de lo que en un futuro podría ser tu propia agencia.
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