Hace unos días tuve la oportunidad de asistir al IV Congreso Roastbrief, y entre los grandes ponentes que subieron al escenario, alguien que despertó el pensamiento de muchos fue el argentino Pachi Tamer. Pachi conmovió a más de uno con la presentación de su proyecto “One Dollar Dreams”, que se basa en contar, fotográficamente, historias de personas que viven en la calle. Sin embargo, bastó una sola frase de él para activar todo un debate: “Si los publicistas utilizáramos la creatividad para resolver problemas y no para crear necesidades, el mundo sería distinto». Inmediatamente, usuarios de redes sociales comenzaron a discutir sobre si las necesidades se crean o se descubren; si las necesidades son innatas y lo que se crea únicamente es el deseo; como sea el caso, necesidades o deseos, lo cierto es que las empresas, en la actualidad, han creado una serie de productos y servicios prescindibles que la publicidad se ha encargado de presentarlos como vitales. Como menciona mi biografía en este sitio, soy alguien que se considera “medio cinéfilo”, por lo que todo esto me recordó una de mis películas favoritas, “El club de la pelea” o “El club de la lucha” para los amigos españoles, o “Fight Club” para los puristas, cinta dirigida en 1999 por David Fincher y adaptada del libro homónimo de Chuck Palahniuk. Y es que, como menciona el buen Tyler Durden, los hombre y mujeres promedio, de esta sociedad contemporánea,” somos derivados de la obsesión por el estilo de vida, intentamos vernos como lo indica Calvin Klein o Tommy Hilffiger, somos consumidores, subproductos”. Tan solo basta con salir a la calle y darnos cuenta cómo la mayoría de las personas que nos rodean, intentan vender una imagen diseñada por las grandes marcas. «La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos… Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy molestos.» Acaso ¿necesitamos de ropa exclusiva, de muebles importados, de comodidades y lujos? ¿Es vital fumar cigarrillos o beber whisky? ¿Es imprescindible contar con un televisor de 60 pulgadas y cargar en nuestro bolsillo la última novedad en tecnología? Al final «No eres tu trabajo, no eres tu cuenta bancaria, no eres el coche que tienes, no eres el contenido de tu billetera, no eres tus malditos pantalones. Eres la mierda cantante y danzante del mundo» La banalidad en que vive el mundo contemporáneo, tal vez sea en parte culpa de la publicidad, tal vez sea culpa de las empresas, probablemente sea consecuencia de un sistema social corrompido por el hombre; lo cierto es que cada uno de nosotros decidimos que tan alineados queremos permanecer y que tan alienados permitimos estar por los medios.
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