¡Cada pueblo tiene el gobierno que se merece! Muchos estarán en desacuerdo con esta sentencia, pues piensan de manera individual o en el momento actual, pero ubiquémonos, formamos parte de una sociedad, de una generación que ha forjado su destino desde hace muchos años. En estos tiempos es fácil quejarnos y es muy difícil aceptar nuestros errores. Nos quejamos de la educación cuando somos uno de los países con menor índice de lectura del mundo, nos quejamos de las instituciones de salud cuando somos de los países con más niveles de obesidad, y así podría seguir con los ejemplos. Vayamos a los medios de comunicación, el ahora llamado cuarto poder, parte crucial en la sociedad de la información, los datos son duros y son los que mueven a esta industria, lo que producen es lo que vende. Si nos quejamos de los contenidos que ofrecen los medios nacionales entonces no los promovamos, si queremos que la televisión, la radio y la prensa publiquen mejores contenidos, entonces exijamos calidad, empezando por el simple hecho de no consumir mensajes y programas mezquinos. Pongamos dos ejemplos antes de pasar al tema de la publicidad, el cine y la música. Sobre el cine, como expresión artística y contenido de un medio de comunicación masiva, no podemos quejarnos si promovemos constantemente obras de mala calidad. Cómo es posible que nos quejemos que la industria no crezca o no sea premiada, cuando las cintas más vistas son extranjeras, principalmente hollywoodenses, o cuando únicamente apoyamos el cine nacional cómico y simplón. Si en verdad quisiéramos que la industria cinematográfica mexicana creciera daríamos oportunidad, como espectadores, a otras expresiones. Respecto a la música y sin discriminar géneros, siempre es posible identificar aquellas canciones que nos puedan enriquecer; sea jazz, rock, pop, folk, funk, ritmos caribeños y un sinfín de estilos, la música siempre es enriquecedora, pero debemos promover sólo aquellas obras que demuestren una verdadera calidad letrista y/o musical. En cuanto a la publicidad. Normalmente, estudiantes, publicistas y gente de la industria en general, criticamos la falta de piezas creativas en México. Pero ¿por qué las marcas y las agencias tendrían que generar algo diferente si la publicidad convencional sigue rindiendo frutos? Si las ventas de las empresas que hacen “campañas poco creativas” bajaran, buscarían la manera de promocionarse de otra forma. Si bien es cierto, las ventas de una compañía no sólo dependen de la publicidad que realiza, también es verdad que la publicidad es parte importante de la mezcla promocional y como tal debe generar contenidos de calidad que logren una comunicación adecuada con el público. Al tomar a las piezas publicitarias como elementos comunicativos, tendremos tres actores principales en su proceso: el anunciante (la empresa y su marca), el creador de contenido (la agencia publicitaria) y el receptor (el público). Ahora bien, el anunciante tiene como objetivo conectar con su público y para ello es clave el intermediario, es decir el creador de contenido, la agencia. Esta última deberá, además de guiarse en las peticiones del cliente, someterse a las necesidades del consumidor. Es entonces cuando un público activo decidirá qué productos, bienes y servicios en verdad necesita y qué clase de publicidad es la que desea ver. Como resultado de esta teoría deriva que somos los únicos culpables de lo que tenemos, ya que nosotros mismos lo hemos construido. Si queremos cambiar nuestra realidad debemos trabajar esperando resultados en mediano y largo plazo, no queramos hacerlo de un jalón, pues esto resultará en un acto casi utópico. Jean-François Revel, filósofo, escritor y periodista, decía: “las revoluciones sólo sirven para dos cosas: para concentrar aún más el poder o para nada”. Esto aplica al gobierno, a los medios, a la publicidad y a cualquier ámbito. Es cierto que en México existen agencias que proponen nuevas formas de comunicación, que presentan a sus posibles clientes proyectos novedosos para enlazar con el público, pero cuántas veces no han visto coartadas sus expectativas cuando las compañías apuestan a lo seguro. Por ello, el público, como eslabón y elector final de lo que consume tiene la facultad de decidir qué clase de contenidos merece. Si de verdad queremos cambiar algo empecemos por nosotros mismos, organicémonos para realizar proyectos que cambien las cosas, para crear algo que nunca ha existido, en cualquier área, incluso en la publicidad; sublevarse y revelarse ante el sistema y el contenido de los medios es importante, pero no nos quedemos ahí, organicemos movimientos de propuesta, no sólo de protesta.
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