Tuve la oportunidad de trabajar recientemente en un proyecto digital con Netflix y su muy famosa Orange is the New Black. Un gran aprendizaje que continuó profundizánse en mi, en lo estrictamente personal, fue percibir la gran necesidad que todos tenemos por construir conexiones auténticas y vivir emociones más cercanas. Dejar de pretender, disimular, fingir. Qué agotador! Esta reflexión, aquí y ahora está enfocada en el consumo de medios y contenidos, en donde aun nos debatimos entre la escenografía palaciega y lejana y el humor ácido (negro) sobre la cruda verdad.
Ya cansados del choro mareador, valoramos la esencia que nos hace de carne y hueso, imperfectos y personas normales, con defectos, miedos y contradicciones. Es un alivio y una liberación poder aceptar esto finalmente, al menos para mi. La imperfección es un regalo del cielo, y un don muy divertido que le da sentido a la existencia, digo yo.
Poder sentarme frente a cualquiera de las pantallas, ver una escena y reírme no sólo porque es chistoso lo que ocurre, sino porque podría haber sido yo, o quizás ya me pasó algo parecido y ni me atrevo a contarlo.
Aquí está, creo yo, gran parte del éxito de muchos shows, series y contenidos que están atrapando cada vez más la ajetreada atención de todos. Y es que la era millenial nos libera un poco de tantas ataduras sociales y convencionalismos y nos empieza a dar más espacios para simplemente ser.
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