No hace más de diez años la única vía de comunicación masiva recaía en la convocatoria por parte de los medios de comunicación y quizá esa creencia tan arraigada fue la que impidió notar el avance que en términos más profundos actualmente, se está dando a través de las redes sociales. Cuando todos los discursos apuntaban a que los jóvenes o generaciones “millenials” estaban demasiado ocupados en sus narcisistas problemáticas, y que no lograban reflexionar acerca de las repercusiones sociales del entorno y cómo repercutirían en su futuro, se dio el interesante giro al organizarse por medio de estas plataformas y salir a las calles a manifestar su descontento social. Para México el año 2011 punteó un logro social en esta materia, ya que miles de jóvenes lograron lo inimaginable: a través de videos subidos a YouTube, campañas en redes como Twitter, Facebook o Instagram supieron no sólo protestar sino organizarse y salir de la red virtual para alcanzar la red en el plano físico, real, tangible: las calles. Fue un despertar emotivo que se sintonizó a la perfección por lo hecho en otros países y contextos, como en Egipto, Libia o Siria. O lo ocurrido con el movimiento de Indignados en España y el #Occupy Wall Street (o cualquiera de las connotaciones) en las principales ciudades de Estados Unidos. Movilizaciones que actualmente catalizan la rabia y la impotencia de muchos ciudadanos que se sienten defraudados por instituciones, usuarios, funcionarios públicos. Todos con un denominador común: información orquestada y sostenida por las redes sociales, la plataforma libre de censura, y es cuando las redes se impregnan del poder social, en su significado más puro. De alguna forma, el efecto de las redes sociales es el émulo del fenómeno provocado de la sociedad ante problemas que no suenan para nada descabellados. Probablemente en una década distinta a ésta, con los canales de comunicación más reducidos, este tipo de denuncias ciudadanas terminarían siendo la historia de desolación y muchos habrían tenido que resignarse ante un fallo negativo, u omisión de palabra por parte de las cabezas del poder. Sin duda la información pública es el valor más importante para una comunidad, donde una idea mal puesta desequilibra el control. Además, esta utilización de las redes en su sentido social más esencial nos permite dimensionar a la época en que estamos viviendo: la era analógica, a la que estamos obligados a explorar, asumir y entender, porque una actitud contraria no sólo sería desatinada e incongruente sino simplemente innecesaria. De ahora en adelante valdría la pena elaborar opiniones más críticas y mejores informadas acerca del uso y éxito del poder en las redes sociales, y dejar de lado las opiniones que colocan a estas herramientas de comunicación como un simple entretenimiento que nos enajena de la realidad, o que nos abre una ventana más al narcisismo y la permanencia. Imagen cortesía de Fotolia
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