De inicio sé muy bien que el título puede resultar alarmante, en realidad estuve meditando mucho tiempo para decidirme a redactar este artículo, puesto que puede herir la susceptibilidad de los lectores, situación por la que te digo que si eres un adicto a las redes sociales entonces será mejor que dejes de leer o mejor aún puedes continuar bajo tu propio riesgo. Hablando profesionalmente quiero compartirles que me especializo en comunicación digital, puesto que cada día he visto crecer el sometimiento de los seres humanos ante los dispositivos que irónicamente nos deberían servir para comunicarnos y no en viceversa (y si no me crees te invito a que voltees a tu alrededor y te aseguro que hay más de una persona que no es capaz de dejar su móvil o su Tablet, es más, es muy probable que ahora mismo estés leyendo esto desde algún dispositivo electrónico como los anteriormente mencionados); este tipo de esclavitud digital me ha llamado la atención día a día, ya que puedo decir que afortunadamente soy de una generación en la que no existía esta tecnología y he visto su impacto en la sociedad. Según nuestra historia, el ser humano ha sido capaz de evolucionar por su capacidad innata de comunicarse, siendo esta la herramienta esencial para la creación desde un nivel básico, buscamos comunicarnos con señas, imágenes y sonidos que cada vez estructuramos más hasta crear códigos específicos, todo lo anterior como capacidades específicas del ser humano que podríamos denominar como “Dones” pues somos la única especie en la tierra capaz de desarrollar este sistema tan complejo que a la vez se expande en lo que llamamos lenguaje. Actualmente parece que todo lo anterior se ha perdido en plena etapa de evolución tecnológica (que ironía ¿no lo creen?) porque mientras el ser humano adquiere artefactos para comunicarse mejor, estos mismos han alejado a la humanidad del contacto básico de comunicación, ahora podemos mirar como cada día vamos perdiendo soldados en esta guerra contra el hombre mismo, y si no lo crees así nuevamente te invito a poner un poco de atención en lo que sucede en los centros de recreación social, en un café podemos observar a una persona de un lado de la mesa con su móvil posteando el café que está a punto de tomar, mientras de la otra parte se encuentra otra persona pidiendo la WiFi del negocio para hacer Check-in; ahora vemos relaciones amorosas que inician por una invitación en Facebook en donde es más importante el actualizar tu estado civil en lugar de vivir todo ese proceso de enamoramiento, en lugar de verdaderamente explorar su relación, otro ejemplo muy alarmante es el que notamos en los lugares de trabajo, donde el empleado pasa un gran parte de su tiempo navegando en las redes sociales (con un promedio de hasta 10 horas a la semana para el consumidor mexicano de un total de 40 horas de trabajo con las que se debería cumplir), lo que impacta directamente en su productividad y los resultados de la empresa. Y no es porque las redes sociales sean malas, pero efectivamente debemos entender que son una herramienta que permite conectarse mejor con la gente y no a la inversa, desconectarse del mundo para sumergirse en ellas, porque actualmente se están convirtiendo en un conflicto social que está impactando en todos los niveles de la sociedad misma, creando nuevos patrones de conducta, nuevas sociedades que se interconectan digitalmente (virtualmente diría yo), estos cambios están empujando a las marcas a crear nuevos productos, estrategias, campañas publicitarias para grupos muy segmentados, con una temporalidad muy corta, que no les permite verdaderamente penetrar y posicionarse en la mente del consumidor. Por ello la referencia a que la humanidad como tal está muriendo, está perdiendo el contacto humano-humano, lo que entonces nos deja esta interrogante: ¿Y dónde queda el ser humano? Porque no se encuentra en un perfil de Facebook, ni en 140 caracteres, o en un canal de Youtube. Para finalizar me despido de ustedes con esta frase de uno de los más grandes personajes de la historia: “¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil nos aporta tan poca felicidad? La respuesta es esta, simplemente; porque aún no hemos aprendido a utilizarla con tino” –Albert Einstein
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