Como firmé un acuerdo de confidencialidad acá en el festival, no les puedo contar nada. Si les contara, tendría que ir a matarlos a todos y cada uno de ustedes y eso, como comprenderán, representa un problema de logística medio cabrón.
Lo que puedo decirles es que llegar hasta Cannes fue todo un parto. De los buenos. Sin epidural ni nada.
Para no extenderme, el vuelo se retrasó, casi pierdo la conexión, al llegar a Niza había huelga de taxis, llegué a comprar el boleto de un autobús express y ya no había lugar, así que tuve que comprar uno de camión tipo “Ruta 100” (perdonen la referencia milenaria) al que le tomó una hora y cuarenta y cinco minutos llegar a tan bella ciudad, cuando a un taxi le toma tan solo cuarenta minutos.
Así que llegué tan tarde a mi cocktail de bienvenida que ya sólo quedaba (literalmente) guacamole y 2 jurados borrachos de design. Hoy empezamos temprano y después de una sesión maratónica, terminamos con la primera parte.
Sesiones así me esperan hasta el domingo. No me quejo, la verdad disfruto mucho viendo 10 horas sin parar de buenas ideas. Claro, está la playa, pero si me dieran a elegir, les juro que me quedaba con la experiencia.
El festival está organizado de tal forma en la que los jurados casi no vemos piezas de nuestras agencias (me refiero globalmente) o piezas de nuestros países. Así que quién piense que es fácil influir en el resultado por estar dentro del jurado, evidentemente no tiene la más pálida idea de lo que sucede en el festival. Y de hecho, por eso lo hacen los organizadores, para evitar conspiraciones y mantenerlo serio, serio, serio.
Así que pude ver poco de México, pero lo poco que vi, no le pedía nada ni en idea ni en ejecución a la mayoría de las piezas (conste que digo a la mayoría). Así que por el momento, la moneda sigue en el aire. Quienes hayan inscrito al festival, les deseo toda la suerte del mundo. Las ideas que se ven, despiertan la peor de las envidias. ¿Cuántas mandaron de esas?
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