La llegada de un nuevo cliente a las agencias mantiene todo en orden. Los procesos de trabajo se cumplen, los individuos se movilizan, más llamadas telefónicas, más correos y todo va bien. Después de trabajar en conjunto, la agencia presenta con orgullo las propuestas a ese nuevo cliente. ¿Y qué pasa? El proyecto que iba tan bien es atacado con preguntas y sugerencias de los clientes. Después de la junta, hay que modificar y proponer más soluciones que seguramente, también serán cuestionadas. Esa es la razón por la cual creativos y diseñadores temen la llegada de los clientes, pues su trabajo se ve invadido por opiniones de inexpertos. Pero no olvidemos eso. Ellos, los clientes, son inexpertos en las cuestiones que nosotros manejamos. Creen tener la respuesta a sus soluciones y piensan que lo que hacemos no tiene sentido. Depende de nosotros hacerles saber que nuestro trabajo está bien hecho y es lo mejor para ellos. Se necesita paciencia, mucha paciencia para saber contestar las preguntas. Pero se necesita aún más la habilidad de explicar el porqué de nuestras propuestas, esto es, defender nuestros conocimientos y el trabajo en equipo. Los clientes no son nuestros enemigos, simplemente, son organismos que necesitan de nuestra ayuda profesional. Estamos para guiarlos, no para confrontarlos. Imagen cortesía de Fotolia.
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