¿Qué significa ser «snob»? Harvey Leibenstein, citado por Avelina Lesper en un artículo de la revista `Letras Libres´, dice que el «efecto snob» es el afán de comprar algo sólo porque es extremadamente raro. ¿Qué es lo raro? Lo raro, hoy, es lo que pocos pueden comprar. Es decir, que lo raro es un objeto, un espacio, una idea o cualquier cosa que los demás no pueden adquirir. La rareza está, nótese, no en el producto, sino en el precio y en la distribución. Lo raro en el arte, creíamos, es una obra impregnada de talento. El talento, a su vez, está directamente relacionado con dos rasgos del ser humano: con su personalidad y con su educación. ¿Cómo afecta la personalidad en la obra de un autor? ¿Por qué el «snob» no afana comprar obras hechas con talento y sí productos caros y extraños hechos por cualquiera? El «snob», casi siempre, es un nuevo burgués, y al ser un nuevo burgués ignora gran parte de la alta cultura que hay en la historia. La historia siempre ha oprimido a las masas. Un aristócrata es aristócrata por sus valores, por sus ideales, por lo que en él hay de espiritual, de finura. Tocqueville, por ejemplo, decía que gustaba de la democracia, de la idea de la democracia, mas no de las masas; Juan Luis Vives, erudito humanista y educador de reyes ingleses, decía que es menester ser piadoso con las masas, pero no seguirlas ni obedecer sus opiniones. Cuando no hay ideales es necesario poseer objetos, grandes objetos, brillantes objetos. El «snob» sólo puede demostrar su posición social, económica, haciendo ostentación de riquezas materiales que puede explicar (coches, barcos, no pinturas ni libros en hebreo), mientras que el aristócrata, si es que todavía hay alguno, demuestra su «clase» hablando, opinando. En el habla, sobre todo, se nota la clase. Si el «snob» tiene disposición se educará, comprenderá que no sólo con los objetos se adquiere reputación; en contraste, si el «snob» no tiene disposición caerá en lo grotesco, en lo absurdo, y será capaz de comer helados bañados en oro o de cualquier otra cosa. Si todo quedara ahí no habría problema. Pero, bien visto, el «esnobismo» causa muchos conflictos sociales. Veamos. ¿Dónde nace la cultura? Nace en dos lugares: en los centros de poder y en las calles (en la U. de New York y en el Bronx). Pero si las calles están llenas de medios de comunicación y de gente ignorante, ¿qué pasa? Pasa que la gente de la calle, según Simmel, termina adoptando los estilos de vida de la clase superior o que considera superior. Un hijo de obreros, luego de ver televisión, querrá ser empresario y no obrero, pues ser empresario significa una «ascensión». He aquí una lógica comunitaria: nacemos para ascender, para subir, aunque subir o ascender no equivalga a mejorar. La clase superior, para legitimar sus opiniones, engendra vendedores profesionales, mejor conocidos como académicos y filósofos de la economía que, con sus discursos, justifican la existencia de productos absurdos. Al absurdo, hoy, se le dice «libertad», y a la democracia se le dice «igualación», y al talento «capital» y a la pobreza «diversidad cultura». Pero sigamos. Tales productos, vemos, llevan el mote de «arte moderno», arte hecho de esta tríada: «video-instalación-
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