Hablar. Al ejecutivo de cuentas le gusta hablar. Explica, el ejecutivo de cuentas ama dar explicaciones. Para ostentar este puesto es necesario, claro, saber qué hace el diseñador, y también saber cómo lo hace. El redactor no siempre puede ir a las juntas, por lo que el ejecutivo sabrá, más o menos, qué hicieron los redactores de la agencia. No es necesario, para hacer bien el trabajo, saberlo todo, pero sí tener nociones de todo. El ejecutivo de cuenta, además de ser elocuente, es carismático y sensible, es decir, no es imprudente. El producto del cliente podrá estar mal hecho, pero el ejecutivo dirá que ahí, en lo malo, hay «áreas de oportunidad». El ejecutivo, antes de pensar en creatividad, piensa en negocios. Hoy, las agencias venden negocios, modelos, movimientos sociales. ¿Por qué las marcas a veces odian a sus ejecutivos de cuenta? Porque éstos no comprenden las necesidades reales de la marca. Hay necesidades inmediatas, y las hay también a largo plazo. El ejecutivo, además de complacer peticiones cotidianas, le recuerda todos los días al cliente que cada movimiento comercial pequeño repercutirá en los objetivos a largo plazo. El ejecutivo de cuentas, básicamente, es una persona culta. ¿Qué es ser culto? Ser culto no es saberlo todo: es tener conciencia de la realidad de la situación económica del mundo. El ejecutivo, si bien no conoce la moderna teoría económica a fondo ni todas las exportaciones de China, sí sabe, someramente, qué hacen los chinos y cómo su quehacer provoca efectos sobre la economía global. El ejecutivo de cuentas será, si quiere tener éxito, un planner que gusta de las relaciones públicas, por decirlo de algún modo. El ejecutivo, más que organizar, prevé. Prever es ser visionario, adelantarse siempre a los movimientos de la competencia. ¿Qué quiere el cliente al alzar el teléfono? Tranquilidad, que su ejecutivo le haga sentir serenidad. Los ejecutivos de cuenta que siempre están regañando a los clientes llegan a ser cansados, aburridos. En cambio, los que proponen más de lo que obedecen terminan haciéndose líderes de proyecto, algo así como directores creativos estrategas. Los jóvenes, antes de acceder al puesto mentado, deberán preguntarse si realmente tienen el «don de gentes». De no tenerlo, será menester buscar otro puesto. Imagen cortesía de Fotolia.
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