Olvidamos que el ser humano es un ser hecho de instintos que busca satisfacer sus instintos primero y sus necesidades intelectuales después. Olvidamos que un olor persuasivo enciende más pasiones que un argumento bien estructurado. Olvidamos que una silueta femenina puede llamar la atención de cien mil tíos y que un invento científico no puede hacer lo mismo. Olvidamos que con hambre somos monstruos y que sin hambre somos apacibles, tanto como el ejército mexicano. Olvidamos que un sonido fuerte puede provocar más terror que Hacienda, y miren que Hacienda tiene lo suyo. Olvidamos que las marcas que hacen publicidad linda son vencidas por las marcas que saben satisfacer, al menos provisionalmente, los instintos. Un desodorante vende la durabilidad de su aroma, pero otro, su competidor, vende la idea de que las damas prefieren sobacos que huelen bien. Un vino quiere venderse como el más añejo y mejor hecho, pero otro, su competidor, dice que los machos verdaderos beben vino nuevo y sin remilgos. ¿Hay más amanerados que machos? Bukowski escribió un cuento que explica lo que decimos, y se llama `No puedes escribir una historia de amor´. Margie tenía una cita con un tío, pero el tío ve a otro tío, y… «Este tío iba a llevarme a la terraza de un café, íbamos a beber algo de vino y a hablar, sólo beber vino y hablar, nada más, pero en el camino este tío se encontró a otro tío con un abrigo de cuerpo, y el tío del abrigo de cuero le enseñó sus tetas al otro tío y ahora este tío se ha ido a follar con el tío del abrigo de cuerpo, así que me quedé sin mesa, sin vino y sin charla». ¿Por qué el tío prefirió follar con el tío del abrigo de cuero y no «sólo beber vino y hablar»? Los hombres saben la respuesta. ¿Por qué un consumidor va a preferir oír a hablar a un vendedor aburrido? En mi barrio, en una misma manzana hay cinco lavanderías. Cuatro de éstas son atendidas por señoras aburridas, y una por tres mozas de al menos veinte años que enseñan, someramente, sus tetas embutidas en escotes. La lavandería de las tías de las tetas siempre está llena y las otras siempre están vacías. ¿Será necesario hacer una investigación con Nielsen para saber qué pasa? Háganla los palurdos sin sentido común. No hay que ser gran teórico de la publicidad, vemos, para hacer gran publicidad. Olvida la bohemia publicitaria, olvida el «vino» y el «habla» (cambia el «bla bla bla» por el «oh!, ah!, yeah!») y piensa en cómo venderás tetas envueltas en abrigos de piel. Imagen cortesía de Fotolia.
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