Las decisiones que se toman en el mundo de los negocios tienen siempre límites temporales, morales y materiales. Saber negociar para perder lo menos posible y obtener las mayores ganancias es siempre el motivo de hacer intercambios e incluso, las donaciones que se realizan son también parte de un negocio: se dan bienes materiales o monetarios a cambio de una mejora en la imagen empresarial. Esta forma de negocio o de intercambio se ve con mayor frecuencia en estos días de movilización social para ayudar a las personas afectadas por los fenómenos naturales de las costas. Se ha escuchado de varias empresas, incluso el Papa, que donan recursos para sostener a las familias y así ser reconocidas como empresas responsables con la sociedad. Pero hay un caso en específico que tiene implicaciones morales: la marca Playboy. En esos casos, ¿es válido cuestionar de dónde provienen las donaciones para aceptarlas en momentos graves? Playboy realizó una donación monetaria, la cual fue rechazada por alguna organización por el origen de los recursos: tópicos sexistas, cosificando a la mujer, incentivando ciertas necesidades “tabú” de la sociedad. Lo que esta acción desató, es que personas no obtuvieran las donaciones, que algunos “santificaran” a la marca y que otros hicieran algunos comentarios sobre las organizaciones que llevan la ayuda a las zonas de desastre. Un análisis costo-beneficio hubiera dejado más beneficios a las tres partes. El bien común es la solución de estos casos. Dejar a un lado un detalle moral por hacer el bien a una mayoría era la respuesta correcta. En ese caso, el tiempo no fue un factor que presionara a la toma precipitada de decisiones, pero este es un límite importante en casos de negociaciones extremas. Ese es el arte de hacer negocios, saber combinar los elementos para obtener el mayor beneficio, teniendo en cuenta que a veces que un pequeño sacrificio moral inclinado hacia una buena acción es mejor que no obtener nada.
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