En un mundo tan complejo como el de hoy que avanza a velocidades insospechadas apenas hace un siglo o dos, la influencia de la mercadotecnia y la publicidad se han vuelto indispensables para toda industria u organización, aún aquellas consideradas como “no lucrativas” pero… echemos un vistazo al sentido y función, en el tiempo, a uno de sus mas admirables instrumentos: El Arte, dentro de éste a la Poesía y finalmente, dentro de ésta, a la que quizá sea su más excelente cualidad… la Persuasión.
Desde los tiempos perdidos en la más oscura antigüedad hasta las vertiginosas épocas presentes, la manifestación artística y su función social, pertenecen todavía al difuso pero, altamente poderoso mundo de los instintos primarios donde el simbolismo y la imaginación actúan libremente como los motores que inducen hacia la satisfacción de necesidades profundas y cuya expresión pública o privada, ya ha sido estimulada, moldeada, fomentada, o restringida de acuerdo a los «valores», «ideales» y «tabúes» desarrollados en cada cultura a través de diferentes periodos evolutivos para cada estrato social.
“Creo en un largo y prolongado adormecimiento de los sentidos para llegar a lo desconocido… Una pálida razón oculta nuestro infinito”.
Jim Morrison (The Doors)
En un sentido general y sin llegar a extremos insostenibles, se puede afirmar que el arte primitivo constituía una experiencia social, colectiva, mágica mientras que, al paso de las épocas va adquiriendo muy gradualmente un enfoque cada vez más centrado en el estímulo de la sensibilidad individual, enfatizando aquello que la distingue entre la gran masa. Esa transformación progresiva en el enfoque del ate, viene dada por la diferencia en la percepción de las necesidades básicas. En tiempos remotos, la supervivencia de la tribu en medio de las vastas soledades y peligros insalvables, ya fuera por cambios climáticos violentos, enfermedades extrañas y temibles o, manadas de fieras furiosas, hacían mucho más evidente la más alta prioridad; el individuo dependía grandemente de la sobrevivencia tribal, y las pinturas rupestres de bisontes, ciervos y gacelas distribuidas y estilizadas magistralmente en las irregulares paredes de cavernas profundas como las de Altamira, España o las de Lascaux, Francia, preparaban el escenario 15,000 años atrás. Esto era para la realización de ceremonias rituales donde el abastecimiento de alimentos y la supresión de amenazas mortales era fijado en el subconsciente de la tribu a través de danzas y cantos emotivos, intensos, extenuantes, donde los clamores y alaridos si mezclaban constantemente sobre las profundas paredes desiguales; reflejando entre las sombras ecos de insospechadas variaciones rítmicas, a la vez muy cercanas y distantes; reapareciendo aquí y allá en intensidades tonales desfasadas, irreales, actuando más y más como un poderoso medio de inducción subconsciente penetrando hondamente los sentidos con imágenes y sensaciones igualmente delirantes; generando un denso trance colectivo a través del cual, los temores primitivos, (hambre, desolación, muerte), eran fuertemente canalizados logrando así la unificación de las energías tribales sobre un objetivo específico. Cuando los elegidos salieran de caza, llevarían el alma de la tribu entera que los motivaría y sostendría en la dura prueba hasta lograr el éxito… Una más, la supervivencia habría sido asegurada. Esos rituales repetidos incontables veces, formarían a través de las edades, las bases de las religiones primigenias. Con el paso de las épocas, y debido al establecimiento de comunidades sedentarias cada vez más vastas gracias al descubrimiento y desarrollo de la agricultura y a ciertas tecnologías de producción rudimentarias, el antiguo temor fue desplazándose gradualmente hacia un lugar remoto porque, la supervivencia colectiva parecía estar cada vez menos amenazada, por lo que la irrupción de los deseos, las aspiraciones y las pasiones individuales fueron cobrando mas y mas fuerza y, una vez más, la persuasión a través del arte jugó un papel activo creciente. Ya no se representaban fundamentalmente paisajes, jardines, aves y animales. La belleza del cuerpo humano hermosamente adornado o bien plenamente desnudo, fue cobrando más y más auge… Los tiempos de la antigüedad clásica se acercaban con todo el legítimo deseo por alcanzar el máximo desarrollo del potencial y la distinción individual por un lado, y por el otro, fomentando el desbordado y pleno culto por el hedonismo abiertamente narcisista. La Edad Helenística había llegado. Una explosión de arte, un enfoque inédito en la investigación del conocimiento llamado ciencia y, un nuevo concepto político, inundaban la nueva y fulgurante cultura que, en todos esos ámbitos fomentaba la expresión individual. El sujeto aislado ya no era una sombra perdida en un estado tiránico, ahora podía acceder a la expresión personal en la ciencia, el arte o la política. La monarquía con todos sus privilegios elitistas y segregacionistas había sido suprimida en Atenas con la innovación política revolucionaria llamada Democracia alrededor del siglo V a. C. Desde entonces, esa expresión personal reflejada en el arte entre otros ámbitos, permaneció latente, aún antes a través del Oscurantismo de la larga Edad Media (siglos V-XIII d.C.), pero , al arribar el Renacimiento, las grandes innovaciones griegas fueron retomadas. Los estudiosos al fin comenzaron a pensar sistemáticamente y el método científico fue ya plenamente establecido como su herramienta principal, acelerando grandemente el avance en todas las áreas fisicomatemáticas, sin embargo, el conflicto entre la fe y la razón se acentuó y el arte, (en especial la literatura y la poesía ), tendrían que esperar hasta ser reinterpretadas a la luz de una nueva ciencia, considerada, al igual que la filosofía, la historia y la política como; “no exacta” y, esa ciencia “no exacta” era precisamente La Psicología. Fundada entre otros grandes investigadores del espacio interior por Freud, Jung y Pavlov. Autor: Octavio Zúñiga. Imagen cortesía de Fotolia.
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