Muchos apasionados del lenguaje se quejan por el mal uso del idioma español que hay en Twitter. ¿Qué pasará con los acentos? ¿Qué con las comas? ¿Qué con el punto y coma? ¿Serán las contracciones las reinas de las redes sociales? Se sabe que todo idioma tiene dos dimensiones, la erudita y la plebeya. Las palabras eruditas sirven para fijar significados, para evitar la ambigüedad al hablar de medicina, de leyes o de tecnología. Las palabras plebeyas, como diría Ortega y Gasset, sirven para todo lo contrario, para darle doble o triple sentido a nuestros mensajes. ¿Qué pasa cuando un pueblo habla mal o escribe mal? Orwell decía que un pueblo que desdeña su idioma tiene problemas políticos. ¿Por qué? Porque los valores claros, nítidos, discernibles, empiezan a ser ocultados por las palabras de moda, plebeyas, y porque desdeñar nuestro idioma es como desdeñar nuestra nación. Desdeñar el francés es desdeñar todo lo francés, desde su política hasta su arte. Y si es perjudicial usar palabras mal escritas, es peor usar discursos prefabricados. Nuestro modo de hablar en las redes sociales es un modo, sépase, prefabricado, hecho con objetos no espontáneos (tipografías, iconos, banners, sonidos, efectos). Está de moda hacer `banners´ con fotos de grandes escritores, `banners´ que llevan por encabezados mil desatinos. Hemos visto Nietzsches hablando de contabilidad, marxistas hablando de maquillajes y más. Está de moda enmarcar proposiciones llenas de groserías que parecen, merced al diseño que las envuelve, decires célebres («Las cosas pasan por algo: por pendejo»). El conocimiento se está vulgarizando, diluyendo. Muchos usuarios de Facebook se quejan porque en dicha red social todo el mundo presume, miente, finge, crea imágenes falsas de sí mismo. Occidentales, siempre hemos sido una sociedad amante de las imágenes, pero hoy nos estamos transformando en una sociedad amante de los iconos, que son imágenes reducidas al máximo (rostros sin gestos). Los iconos son parte del arte moderno, que busca deshumanizar el arte, que busca quitarle al cuerpo humano lo humano, o sea, toda textura imperfecta. ¿Qué pasará en tres o cuatro décadas? Nosotros, bien o mal, podemos leer los textos de las personas que vivieron hace tres o cuatro siglos, pero cabe preguntar si nuestros textos serán inteligibles en el futuro lejano. Nuestras redes sociales serán, tal vez, el pan de todos los días de los filólogos del porvenir. Muchos alegan que lo que está pasando es bueno, pues un ruso, hoy, puede enviarle un icono a un chino que entenderá, perfectamente, qué significa el icono. ¿La mera interpretación es comunicación? ¿Quién diseñó los iconos de sonrisas? ¿Son los modos de reírse de los iconos los modos de la risa universal? ¿Estamos viviendo una hegemonía política? ¿Qué opinan? Imagen cortesía de Fotolia.
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