Es la tecnología la que ha promovido el desarrollo y el constante flujo de información que transforma lo ideológico, material y emocional de las personas. Por esta razón, la mercadotecnia y la publicidad no pueden permitirse ir al ritmo de esos cambios su ritmo ni mucho menos atrasarse. Con tanta información al alcance, algunas marcas, sin embargo, no escrutan a fondo el mercado y sólo PREDICEN los fenómenos. Una predicción sólo implica comunicar un suceso probable basado en alguna observación, situación que no exige argumentos firmes o relevantes. Por ejemplo, predecir que nuestro mercado tiende a envejecer es una afirmación que, si bien se basa en una observación, es evidente que sucederá. Para evitar las predicciones, es necesario conocer las estructuras que rodean a las marcas. Estudiar la economía, por ejemplo, nos da un conocimiento no sólo de precios y de producción, sino también de algunos mecanismos que mucho tienen que ver con la psique: un hombre paga una escuela a su hijo por amor, mientras que paga los impuestos por temor, como lo propone Boulding. La sociología nos arroja datos no sólo de la química de las masas, sino los fenómenos comunicacionales, sus símbolos y la manera en que un grupo percibe el mundo. En cambio, conocer de política nos ayuda a comprender la interacción entre las normas sociales y las marcas, desde las disposiciones legales hasta cómo es que una forma de gobierno influye en la manera de pensar de las personas. Que la información sea nuestra esclava y la utilicemos cuando nos plazca; parece que tantos datos nos abruman y sólo jugamos con ellos, más no analizamos. No ahogarnos entre datos y cifras y atender a las ciencias y al conocimiento es lo que puede hacer a nuestra marca flotar entre la otra información.
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