En el post pasado vimos la aplicación de la belleza femenina en la publicidad, desde la época de los vestidos largos hasta la década de los 60’s, cuando se despoja de ropa y se enseña más piel. A partir de esta apertura es cuando las imágenes eróticas se colocan con mayor naturalidad y se le da a la mujer una connotación de portadora de marca.
¿Cómo es esto? Algunos conceptos dejan de tener a las féminas como importantes y la cosifican, es decir, utilizan sus formas para que la marca atraiga la atención: la ropa deja de vestir a la mujer y son los vestidos los que lucen en sus hombros; las manos son ahora soporte para los cigarrillos; los labios son la herramienta que vuelve una bebida deseable, mientras el cuerpo completo es desvalorizado.
En la década de los 90’s y hasta ahora, el principal papel de las mujeres es la imagen erótica. Si se quiere atraer la atención basta poner una figura femenina sin importar mucho el contexto. Sin embargo, con el auge de los pensamientos feministas, se ha dejado de poner a la mujer como el sexo débil, exaltando el poder y la inteligencia como lo hace Palacio de Hierro, por ejemplo.
Si revisamos la publicidad de las dos últimas décadas, encontraremos que la mujer es personaje de varios temas, desde el hogar, marcas de hombres, hasta el trabajo. ¿La razón? Además de ser ella la administradora los recursos y el tiempo en las familias, sus atributos sirven en la publicidad para representar ternura, amor, la capacidad de la comunicación y de realizar varias actividades a la vez, su milenaria dedicación a la familia y ahora al trabajo y lo complicado que es este género.
Aun así, las feministas opinan que se sigue mostrando como un objeto en la publicidad. Sea o no verdad, según el concepto de cada marca, las féminas seguirán siendo por largo rato un elemento necesario en la publicidad.
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