Las redes sociales tienen muchas virtudes. Aspectos relacionados con la comunicación instantánea y global, la enorme variedad de información, la libre expresión y la visualización de diversas posturas presentes en ellas, hacen que resulten ser la herramienta más poderosa de la era global. Ya ni qué decir de la expansión de halagos posibles hacia ellas si se les ve directamente desde el mundo de la mercadotecnia y publicidad, donde las mismas, han sido el punto medular que ha modificado la manera en cómo se ven, cómo se manejan y cómo se planean las cosas. Pero, ¿qué pasa cuando, por el contrario, se le ve desde un enfoque banal? Cuando se le ve como ese gran defecto que ha hecho al usuario del internet alguien ocioso, alguien comodino, vaya… alguien pobre (desde un punto de vista intelectual). A razón de ser sinceros, hay que decirlo: “los usuarios presentes en el social media, pueden inmiscuirse en un mundo en donde el cultivo del intelecto no se manifieste jamás”. Y no por intentar llegar a un punto de erudición total. Es más, quien se presuma así, no solamente se está engañando, sino que hasta perjudica la visión que su entorno tiene de él. No obstante, el objetivo no es llegar a ese extremo. Por el contrario, el objetivo es tocar el tema con respecto a su extremo opuesto. El social media ha hecho evidente la preocupante manera de expresarse de muchos. El exponer sin empacho la paupérrima manera de expresión del entorno que nos rodea no puede ser tomado tan a la ligera. Porque no es cuestión de edades, no es cuestión de estratos sociales, no es cuestión de calidad educativa “recibida” (entrecomillado por la contradicción que representa). La realidad es que los “jajaja”, los “xD”, los estados con innumerables faltas de ortografía, las citas textuales falsas, la nula redacción y el léxico limitado viven entre nosotros. Y no porque el expresar felicidad o gracia por algo sea negativo, tampoco porque el errar de vez en vez en cuestiones ortográficas sea aberrante (aunque en casos lo es). Pero, ¿qué pasa cuando es constante y mayoritario? Pasa que es molesto, es triste, refleja necesidad de educación, refleja indiferencia y refleja mediocridad ante la cultura. ¿Se puede contagiar? Contagia a todo aquel que no cuenta con esa conciencia suficiente para entender que su entorno tiene un problema. Concretando, es un problema importante. Pero su importancia, más que nada, radica en que su erradicación está al alcance de cualquiera, donde la única limitante, es la disposición de quien se encuentre deficiente en los aspectos mencionados para querer mejorar. Y es que, si retomamos esas virtudes que hablan de la vastísima información existente, no debería de haber pretexto para procurar el crecimiento intelectual y cultural en quien usa las redes sociales. Imagen cortesía de Fotolia.
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