Un poema de Charles Bukowski impreca las adjuntas advertencias: «Si no brota de ti a borbotones/ a pesar de todo, ni lo intentes. A menos que te salga por voluntad propia/ del corazón y la mente y la boca/ y las entrañas,/ ni lo intentes». ¿Queréis ser escritor? ¿Has sentido que has escrito demasiado? ¿Sí? Abandona. ¿Cuántas palabras decís que eres capaz de producir día a día? ¿500? ¿2000? ¿5000? ¿Creistéis que el mundo de la publicidad seguiría siendo un mundo de eslóganes y de guiones abarcadores de pobres segundos? El mundo cambia, y hoy los redactores comerciales tienen que fraguar hordas, bataholas de textos, decenas de páginas, artículos. Pero no alcanza con escribir mucho: hay que hacerlo con pasión, ya que la pasión, decía Rilke, engendra textos buenos, íntimos, necesarios, bellos, ligeros, alados y sagrados, según las palabras que Platón le tildó a la poesía. Un amigo guionista, de nombre Javier Meléndez, escribió en su blog esto: «50.000 palabras son las que exige como mínimo una editorial para que un texto sea considerado novela (Stephen King escribe 200.000 en dos meses)». ¡Logradlo! ¿Cómo, cómo? Siguiendo el consejo de George R. R. Martin, citado por Meléndez: «Pon el culo en la silla y trabaja». Pero «si tienes que permanecer horas sentado/ mirando la pantalla del ordenador/ o encorvado sobre la/ máquina de escribir/ en busca de palabras,/ ni lo intentes». ¿Pretendías leer aquí una sarta de recetas? ¿Sí? Entonces no lo intentes. Buen día, Comunidad Roastbrief. Imagen cortesía de Fotolia.
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