En un post que Roastbrief presentó hace dos días, Carlos Bosquet nos hizo un comentario sobre las necesidades del consumidor. ¿Las creamos o sólo las satisfacemos? Esa pregunta es controvertida aún entre los consumidores y publicistas y entre los mismos profesionales del área. Sabemos que las necesidades son carencias que presentan estímulos para ser satisfechas. También sabemos, según Maslow, que existen unas más importantes que otras. Las fisiológicas son las primeras que experimentamos al nacer y de las que depende nuestra existencia. Todas las demás, son consecuencia de la construcción social. Por ejemplo, una persona no atenta contra su bienestar físico si no aprende a leer, pero esta habilidad es básica para su desarrollo cognitivo. Al existir esta necesidad, se “inventaron” las escuelas y de ahí hasta un derecho, es decir, una necesidad de la que no se puede hacer caso omiso. Todo lo que conocemos es porque en algún momento existió una necesidad que se fue tornando más exigente. Así que las necesidades no se crean, sólo sufren una transformación que la mercadotecnia se encarga de investigar; la publicidad la convierte en atracción y los consumidores lo vuelven un deseo. El deseo es la sensación de querer poseer algo innecesario y si se ignora, no tiene consecuencias sociales ni fisiológicas. Se puede desear un helado por cubrir el antojo de un sabor, pero no hay una necesidad. He ahí la diferencia. El hombre desea y la publicidad complace, nada más. Los publicistas no creamos nada. La creación es producir un ente de la nada, y nosotros no tenemos tanto poder, sólo utilizamos el entorno con inteligencia para atraer la atención de los consumidores hacia la opción que cubrirá mejor esa necesidad.
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