Que casi no leemos, que hablamos mal y escribimos peor. Esas son nuestras características culturales como mexicanos ante otros países. Pero ¿a qué se debe esa dejadez del habla? En la escuela nos enseñan las reglas ortográficas, los usos de punto y de la coma y otras reglas que poco captamos. Cuando leemos constantemente, aunque sean cuentillos, las palabras se impregnan en nuestra memoria y hablamos conforme a lo leído. Si no leemos, es claro que nuestra ortografía no será muy buena y nuestro vocabulario se reduce a las palabras que escuchamos en la calle en la tele o con los amigos. Y después, al redactar, lo hacemos tal como hablamos, con vicios, sin espacios y con ideas en desorden. Es así como el pensamiento modifica el lenguaje. ¿Cómo lograr que las personas escriban de manera correcta? Haciéndoles ver que la lectura tiene varios beneficios. Pero para cambiar la percepción de las personas ante la lectura, los medios de comunicación y la publicidad tenemos la obligación, sí, obligación de presentar textos bien escritos. Si la gente lo único que lee son subtítulos, revistas y la publicidad que está en el puente, al menos que lea frases bien escritas para educar su memoria. Orwell afirmaba que «Si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento». Es posible. Hagamos el compromiso de colocar los acentos donde se deben. De no cometer barbarismos, anfibologías y otros errores que se publican diariamente para mejorar al menos la limpieza visual en los textos públicos. Foto cortesía de Fotolia.
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