Todos los seres humanos tenemos errores, unos más grandes y evidentes que otros. Algunos los cometemos por necedad, por impulsividad, por distracción e incluso por ignorancia, pero la mayoría se borra con el tiempo. Sin embargo, los más vulnerables a la crítica por un resbalón son los famosos y los redactores. ¿Por qué la crueldad? Simplemente porque los errores son más evidentes. Más endebles aún son los redactores, pues la vida de los famosos pronto se olvida y las infamias de la escritura quedan plasmadas hasta que alguien las corrija o las desaparezca. Pero mientras sigan con vida, seguirán desprestigiando el trabajo de los escritores, redactores y copywriters. Este artículo no pretende eximir de los errores a los que cometen dedazos o que omiten acentos “por equivocación”. Sólo se trata de presentar el revés de las letras que muy pocos conocen. El trabajo de los escritores, en cualquier área que se desempeñen, siempre es arduo y fatigoso aún para quienes aman las letras. En primer lugar, nunca se encontrarán libres de distracciones, ni físicas ni mucho menos mentales. Es trabajo del escritor aprender a concentrarse y controlar sus sentimientos para no reflejarlos en los textos, pero el inconsciente siempre está trabajando. Ese es el origen de los llamados “lapsus”. Como la escritura es el reflejo de los pensamientos, algunos de ellos tratan de surgir de algún modo, según Freud. Cuentan, por ejemplo, que Garcilaso sufrió un pequeño lapsus al escribir «Y Mariuca se duerme y yo me voy de putillas» cuando en realidad quería decir que se fue de “puntillas”. Estos actos inconscientes, ya sea en el habla o en la escritura, revelan un pensamiento reprimido, de manera que todas las personas son propensas a cometerlos. Para evitar ser descubiertos por nuestro inconsciente, leer el texto varias veces después de producirlo nos puede salvar. Pero hay veces en que la vista está tan cansada, que ni pidiendo ayuda a otro experto en letras se detectan esas erratas que roban la seriedad. Escribir exige llevar un orden mental y una gran habilidad visual. Con pluma y hojas, producir textos era más agradable para la vista –siempre y cuando fuera por acompañado de una buena luz–. Ahora, la tecnología nos desgasta la vista y las articulaciones. Pero ¿a quién le importa que el redactor tenga dolores emocionales o del trabajo que le encorven la espalda, que sufra su vista, que trabaje duro para escribir una carta, un artículo, un libro o de calidad, si al final del día su trabajo se irá a la basura por un error? La ciencia humana consiste más en destruir errores que en descubrir verdades, dice Sócrates. Los lectores desean escritos impecables, perfectos, pues de esta forma pueden olvidar la imperfección del hombre. Un texto que les lleve a imaginar o a reflexionar sin tropiezos es un texto magnífico. Redactores, creadores de contenido, copywritters, escritores: trabajemos duro para hacer posible los ensueños de nuestros queridos lectores. Foto cortesía de Fotolia.
Discussion about this post