‘-Tener juntas creativas es bueno, pero juntar sendas creaciones es mejor. Tener redactores cultos es magnífico, pero hacerle culto a la cultura del buen `copy´ y al conocimiento es todavía más efectivo. Proponerle al cliente muchos textos es dar un buen servicio, pero hacer que el cliente sepa valorar un solo buen texto es más rentable. Mandar correos y esperar aprobaciones de los clientes es una forma de trabajar segura, pero es más seguro mandar por correo lo que ya sabemos que será aprobado. En el mundo de la publicidad los redactores publicitarios sufren mucho porque todo el mundo mete la mano en su trabajo. ¿Qué siente un redactor cuando llega alguien y cambia una palabra, una sintaxis o un tono? Siente lo que siente el pintor que ha sido interrumpido u obligado a cambiar su obra, siente lo que siente una señora que se ve obligada a usar ingredientes más baratos para que la comida rinda más. Pero, ¿qué piensa un cliente que en lugar de pensar que tiene una agencia de publicidad piensa que ha contratado al Club de Artistas Intocables? Pues piensa que es timado, robado, defraudado. Nadie paga para ser regañado, y nadie paga para hacer él mismo el trabajo. El análisis textual, cuando es bien usado, facilita mucho la labor del escritor novato. Tomemos un texto de las Redes Sociales y a partir de él decidamos cómo hacer un argumento. Supongamos que nos encontramos con lo siguiente en Facebook: «Hoy, después de lavar y planchar por fin me iré al salón de belleza para que me arreglen este cabello. Espero que no haya mucho tráfico y que esté Doña Lucía, pues sólo ella sabe cómo me gusta el cabello. Bonita tarde para todos». Obviamente un texto así es un texto reconstruido (hemos omitido barbarismos, contracciones, onomatopeyas y monstruosidades fonológicas), y reconstruir textos es la labor de la Hermenéutica y de la Filología (pilares del OTL). Se supone que en el léxico, por mucho que mintamos, van implícitas cuatro cosas: los objetos que conocemos, las personas que nos rodean y admiramos, las situaciones que vivimos día a día y los tecnicismos que empleamos. No importa que mintamos, pues siempre podremos hablar sólo o únicamente de lo que conocemos. No importa que digamos que somos los reyes de Inglaterra, pues en nuestra «habla fluida» y espontánea no saldrán a la luz blasones, coronas, anillos, pergaminos, reinos, escudos o Athelstan, sino ordenadores, planchas o lavadoras. Decía Karl Marx que los modos de producción o de trabajo determinan nuestra forma de vivir, es decir, nuestra cultura, nuestras creencias, nuestra cosmovisión. ¿Cuál es la clase social que más usa aparatos domésticos? Nuestro redactor comercial sabrá, después de esta meditación, que la señora que ha dicho que desea ir al salón de belleza también desea dejar atrás u olvidar la «plancha» y la «lavadora» (en el «por fin» hemos detectado una intención, que es el fundamento de toda proposición, según Wittgenstein, Gadamer o Dilthey). ¿Hablaremos de lavadoras o de planchas al vender una plancha o una lavadora? No. Lo que haremos será hablar sobre lo bien que combina una blusa negra (bien lavada, claro) con un cabello teñido de negro. ¿Qué situación es temida por la señora del texto? El tráfico, un tumulto de automóviles. ¿Un redactor, para venderle el salón de belleza a la señora, dirá que justo a dicho salón van «todas» las señoras, señoras que tal vez formen el temido tráfico del barrio? No. Para mejorar nuestros textos sirve el método OTL, método especializado en el análisis textual de las Redes Sociales. Si eres redactor publicitario y quieres saber más haz tus preguntas y con mucho gusto trataremos de responderlas. Gracias por leernos, comunidad Roastbrief.
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