Eso de imaginar si el target está en su casa expuesto a los medios nos genera una gran angustia. También nos inquieta pensar que cuando pase nuestro comercial ese consumidor potencial se distraiga y no vea nuestro trabajo. ¿Por qué se generan los miedos? Porque hay ciertos datos que las encuestas no aclaran. Para evitar los temores de que el trabajo sea malinterpretado o desapercibido, es necesario siempre mirar lo que pasa, pues ya no basta con “escuchar al cliente»; es preciso poner atención, observar, rondar la noche y contemplar el día, su rutina. Si bien las redes sociales son herramientas obligadas para las empresas –sólo por no quedarse atrás—también son una preciada fuente de información que debe rescatarse. El número de “Me gusta” en una página de fans no determina nada en concreto. Tampoco las largas encuestas para conocer la percepción sobre la marca. Poner atención implica conocer lo que hay más allá de la marca y de las 8 P’s, es decir, conocer el contexto social y cultural de los clientes. Tales trabajos dignos de detectives se logran gracias al conocimiento de la semiótica, pues detrás de las palabras y las imágenes hay datos mucho más ricos y genuinos que en una encuesta respondida de mala gana. Las palabras planeadas son caprichosas, frías y mienten. En cambio una frase espontánea o una fotografía se convierten en símbolos cargados de información. Por ello los investigadores privados de la publicidad deben tener estas bases y evitar las preguntas al aire. Saber descifrar un símbolo nos dará la pauta para observar mejor en redes sociales y saber qué camino seguir.
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