Crisis. México vive en crisis económica. Esas palabras quedan registradas en nuestra memoria desde pequeños, con las noticias, las pláticas de los adultos o al tratar de descifrar los grises contenidos de los periódicos. Con esos medios, me las crisis son un coctel amargo de teorías, mitos, historia, cultura y reacciones emocionales que determinan el rumbo económico de una zona, incluso de un país. Es verdad que la economía mundial tiene sus porqués en los ciclos económicos, en la dependencia financiera de Estados Unidos y en otros estudios monetarios, pero las emociones que producen por las crisis casi no se estudian. Resulta que el miedo, una de las emociones primarias, es el principal paralizador, que por supuesto influye en las finanzas y en la creatividad para evitar la caída monetaria. Por los lazos biológicos que compartimos con las especies animales, los seres humanos llevamos en la sangre el instinto de preservar la especie y de cuidar la vida. Se supone que deberíamos ser como los venados, siempre alertas para huir de los peligros que los acechan. Pero ¿qué sucede con el hombre, que aun sabiendo que apeligra, se tarda en reaccionar o nunca lo hace? El miedo en los seres vivos se encarga de evitar las amenazas que atentan contra la vida. Sin embargo, en los seres humanos, el miedo se puede catalogar según las circunstancias que lo detonan: el biológico, son reacciones inconscientes, puro instinto que busca defender la vida; el psicológico, cumple funciones de adaptación emocional; y el social, es el aprendido por los círculos en los que se desarrolla un individuo. El miedo a la pobreza o a la disminución del capital, son sentimientos que se aprenden del entorno. “Todo contacto contamina”, diría el maestro Octavio Paz. Los niños aprenden de los mayores todo lo que causa la falta de dinero, y desarrollan así el miedo a las carencias económicas. Sería consecuente pensar que para evitar esas desgracias, las personas trabajan o idean estrategias para alejarse de los peligros económicos. Pero no siempre es así. Aquí se asoma otro tipo de miedo: el existencial. Este miedo, también inculcado por las cualidades comunicativas del hombre, consiste en disminuir o inhibir las habilidades. En otras palabras, el miedo existencial no deja actuar a las personas por temor a fracasar. “La caza del hombre es como la caza de la fiera: se corre el peligro de volver con el morral vacío”, dice Dostoievsky. El mexicano debe aprender a que intentando se alcanzan las metas. Pero no se atreve porque ese miedo lo paraliza, además de lo cómodo que resulta ser dependiente. Es dependiente del papá gobierno y con ello se quita muchas responsabilidades de encima. Los afectados de las crisis no son capaces de proponer soluciones. Sólo esperan a que el Banco Mundial, el Fondo Monetario Nacional o el Tío Sam, que más bien parece padrino, ofrezcan su caridad para que el país salga del paso; o más fácil aún es pedirle a la Virgen el milagrito dela lotería. Y mientras esto sucede, lo único que se puede hacer es “apretar el cinturón”, hasta que los noticieros informen que la situación ha mejorado. Eso sucede con los trabajadores, pero las crisis ocasionan más daños a los empresarios. Cuando escuchan que se acerca la recesión, entran en pánico, recortan el personal y viven día y noche contando sus pesos. Ferguson dice que el dinero nos mantiene eufóricos cuando hay suficiente y nos hunde en la depresión cuando las cosas van mal. Pero esta reacción no es nada productiva, pues impide ver las soluciones más inteligentes. En épocas de crisis, lo peor que las empresas pueden hacer es despedir a los empleados para disminuir gastos. El 80% de los problemas está en los procesos, no en las personas, según Pareto. Existen otros métodos para hacer que las empresas sobrevivan a la desestabilidad económica sin crear más temerosos desempleados. Sin organización y con la parálisis que el miedo provoca, muchos grandes empresarios con habilidades innatas para los negocios han fracasado. Lo que se debe hacer en las crisis, es mandar el miedo lejos, y de ser necesario, también a los miedosos. Hay que atreverse a explotar los recursos en las organizaciones y los recursos creativos para reactivar la economía. La inteligencia es la capacidad de resolver problemas. Esa es la clave para mantener el dinero circulando y con ello un capitalismo fuerte y sano.
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