Hoy, en la clase de semiótica, estudiaremos algunos vicios de la prosa científica y filosófica. Lo haremos para aprender a detectar el mal uso de los símbolos. Wittgenstein decía que el mal uso del lenguaje genera problemas filosóficos, es decir, problemas trascendentales. Pero no nos dejemos intimidar por la palabra «trascendental». Lo que trasciende es, al fin y al cabo, algo que mostrará sus efectos en el futuro, algo que jamás le importó a Hamlet. Y el futuro, que es una noción temporal, sólo se puede medir a través de lo material. Decimos, con los futuristas italianos, que hemos llegado al futuro «porque» vemos platillos voladores, medicina avanzada y tecnología hasta en la sopa. Pero alguien, lo sabemos, construyó dicho aparato para medir el futuro. El objetivo de este texto es el siguiente: hacer consciencia sobre los orígenes de los errores lingüísticos. Otra vez, en clase, usamos el manual para científicos sociales llamado `El oficio de sociólogo´. Leímos, «al pie de la letra», el texto denominado `La sociología espontánea y los poderes del lenguaje´. ¿Por qué leer «al pie de la letra»? Porque los grandes lectores leen los textos horizontal y verticalmente, sincrónica y diacrónicamente, alegórica y filológicamente, espacial y temporalmente, lógica y apasionadamente, con la mente y con las manos. Leer los significados de las palabras, uno a uno (la palabra sólo es la piel, la mascarada del significado), una y otra vez, nos permite comprender el tejido de una proposición, de un párrafo, de un capítulo, de un libro, de una trilogía como las antiguas. A veces nos venden chaquetas de piel que realmente, o en su mayor parte, son de plástico. Es hora, como decía Lenin, de cambiarnos la camisa barata. Y a veces nos venden democracias que en realidad son burocracias. Leer es escrutar, como Holmes, detalles, rastros, huellas. Derrida, experto en desarmar textos, nos ha enseñado a leer los «secretos», los lapsos silenciosos, es decir, «licenciosos». Marx, por su lado, nos ha enseñado a leer sin la ayuda de la religión. Marx, dice Althusser, «lee a Quesnay, a Smith, a Ricardo, etc. Los lee de una manera que parece perfectamente límpida: para apoyarse en lo que han dicho de exacto, y para criticar lo que han dicho de falso; para `situarse´, en suma, en relación a los maestros reconocidos de la economía política». Leamos y comparemos, paremos en cada palabra acompañados de otras palabras, pues sólo así se hacen las proposiciones. M. Chastaing propone, en un texto sobre Wittgenstein, cómo podemos construir textos más claros. Y aprendiendo a construir también aprendemos a leer. Escribiendo libros se hacen bibliotecas. ¿Qué es la nosografía del lenguaje? Es el estudio de sus enfermedades. ¿De qué está enfermo el lenguaje? De las malas formas del habla. Para Marx, según Althusser, era muy importante comprender la clasificación del lenguaje, que a su vez sirve para ordenar, jerarquizar e interpretar el mundo. Un lenguaje es una configuración, un sistema de observación, un sistema de categorías. ¿Qué estudió Marx? La taxonomía de las categorías de la economía clásica, es decir, el Sistema de los sistemas. ¿Cómo? Leyendo a los «maestros», a los generadores del lenguaje «oficial». El texto del manual para sociólogos dice: «No es suficiente, como lo pretende la tradición racionalista de la `Lingua universalis´ o de la `Characteristica generalis´, sustituir las incertidumbres del lenguaje común». No hay un lenguaje común, objetivo e inmaculado. Los «ídolos del foro» de Bacon son ídolos nacidos en la biología, en la economía o en cualquier otra ciencia, área cultural o política. Más que un lenguaje universal hay lenguajes en el universo que se tocan, se cruzan y se sintetizan. ¿Qué hizo Marx para que su lenguaje fuese científico, es decir, conscientemente planificado y armado y cifrado? Marx se apoyó, siguió «al pie de la letra» lo que dijeron los economistas, interpretó sus significados, trató de seguirlos hasta donde pudo, hasta donde la coherencia se rompía, hasta donde la argumentación empezaba a lucir falaz para sus ojos marxistas. No hay, como quería Borges, un «árido latín» o un lenguaje algebraico quevediano. Marx comprendió, como dice la redacción del manual, cómo quitar el «disfraz científico de la lengua». Dice Marx: «La economía política clásica tomó de la vida diaria, sin pararse a criticarla, la categoría del `precio de trabajo´, para preguntarse después: ¿cómo se determina este precio?». Esta noción de la «vida diaria» cae en la segunda clase de conocimiento de la filosofía de Spinoza (sentido común). En la lengua corriente de los clásicos Marx encontró lagunas, encontró lo que los economistas clásicos (clasificadores) han dicho de «exacto», pero también de «inexacto» o aislado de la experiencia. La experiencia es el filtro de la teoría. Para Marx y para Wittgenstein los filósofos están enfermos. Decía Platón que el enfermo todo lo ve enfermizo. Si hablamos con un lenguaje enfermo o mal «situado» (volvamos al texto de Althusser) hablamos mal, teorizamos mal, hablamos con malas metáforas y terminologías. Los filósofos son como los niños que no saben hacer campos semánticos, son como los infantes infames que creen que una pluma entra en el mismo campo semántico que un libro porque los dos objetos «tienen» tinta. ¿Cómo se situó Marx para hablar con claridad y con sentido? Leyendo «al pie de la letra» y siempre relacionado a los textos clasificatorios o clásicos. Chastaing sostiene que los pensadores interpretan las palabras «extravagantemente». Oigamos la palabra «extravagante», que escindida dice: extra-vago. ¿Qué es exageradamente vago? Lo que pretende ser universal, absoluto (`Lingua universalis´). Marx, para evitar la supuesta claridad de una «lengua universal», estudiaba la Historia, los casos bélicos de la Historia. Es decir, que Marx se apoyó en la «pragmática» para contextualizar sus textos. Cuatro vicios sufren los textos científicos, según Chastaing, que son: «el fuera de juego», «el denominador común», «la dieta parcial» y «el error de categoría». Marx leía a los «maestros reconocidos», leía y explicaba las teorías que eran «reconocidas» por todos. Y así evitó el «fuera de juego». Marx no usó palabrería absolutista ni argucias etimológicas para engañar, pero sí para explicar («el denominador común»). Marx lee de una manera que parece «límpida», pues saca a la luz lo malo y lo bueno sin dejarse llevar por ideales o utopías («dieta»). Los filósofos hacen, según Chastaing, que todas las palabras sean nombres, y que todos los nombres sean nombres propios. Ejemplo: usan la palabra «platonismo» para explicar la noción de «idea», y usan la palabra «idea» para referirse a todo lo abstracto («error categórico»). Marx lo evita revolucionando sus conceptos y haciéndonos entender que la palabra «Estado» transmite «estatismo», y que la palabra «Comuna» nos transmite «movimiento». Antes de Marx la Historia estaba escondida o implícita en la Economía, que también estaba implícita en la Política, mujer vestida de ideología burguesa, mujer que no quería parir una nueva sociedad para no perder sus atractivas curvas. http://donpalafox.blogspot.mx/
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