¿Cuántas veces hemos escuchado que debemos innovar, ser creativos y atrevernos a más? Tantas veces se dice en conferencias, talleres, libros y blogs, que está muy trillada la idea. Y a pesar de ello, es la verdad pues, para captar la atención debemos tener algo diferente, algo extraído de la imaginación para ser idealizados como marca. Pero no toda la responsabilidad cae en los publicistas y mercadólogos. En los mercados hay paradigmas, miedos, tabúes, críticas y experiencias que desconocemos y que afectan a las marcas. Por ejemplo, a pesar de que los métodos anticonceptivos se conocen y se saben las consecuencias de no utilizarlos, la gente no está preparada para que le hablen de “esos temas” claramente. Es necesario encontrar la forma de hablarles apropiadamente según la cultura y su contexto social, pero ¿por qué no ayudarles a ver las cosas otra forma? “Estoy muy viejo para eso”, “qué dirán de mi”, “si quiero, pero no tengo tiempo” y un sinfín de excusas pueden estar alrededor de los productos. La teoría y la práctica nos dictan que la segmentación es lo más importante para el éxito de nuestro producto o servicio, pero ¿qué pasaría si intentamos llegar a esas personas que no se atreven, incluso a aquellos que parecen indiferentes ante nuestro producto? Ofrecer bicicletas –y por qué no hasta triciclos—a adultos mayores, peluquines a jóvenes sin problemas de calvicie, spots de políticos a los niños o cualquier otro producto fuera del segmento, sería un buen reto “evangelizador” para dar a conocer la marca fuera de los propios límites para hacernos escuchar donde nunca se ha hablado de nosotros. De esta forma, estaríamos impulsando a los mercados para experimentar cambios en los consumidores y nuevas formas de ver la vida, creando nuestros propios nichos de mercado. Cambiemos la desgastada palabra “innovación” por evangelización de marca. ¿Qué opinan?
Comentarios