Pintura analizada: «Composición con rojo, amarillo y azul», 1939-42. P. Mondrian. Lienzo al óleo, 71 x 68 cm. Londres, Tale Gallery. Dos edificios configuraban la luz del sol y hacían que sobre mi cortina se reflejara una cuadrícula de luz. Pensé: un Modrian. Luego caminé hacia la sala y sobre el piso había una cuadrícula de colores. Pensé en la teoría de los colores de Goethe y dije: un Mondrian. Las obras de este autor holandés, es decir, de cepa germánica, nos ayudan a comprender mejor la estructura de la naturaleza. Mondrian admiraba a Picasso, pero no admiraba demasiado su geometría dinámica. Para nuestro pintor la naturaleza presentaba sus productos de forma imperfecta, y por eso había que ayudarla. ¿Cómo? Reduciéndolo todo a sus formas más sencillas, primigenias. «Species mille, ars una», dice el adagio latino. ¿Qué significa este adagio? Formas hay muchas, pero arte sólo uno. Esto nos recuerda un poco lo que pensaba el filósofo Arthur Schopenhauer: las «species», las formas primerizas, o como diría Platón, las «ideas», son pocas, pero adquieren diversas formas acá abajo, en la caverna del mundo. Para Modrian todo podía expresarse con trazos horizontales y verticales y con los tres colores básicos, que son el rojo, el amarillo y el azul. Veamos la `Composición con rojo, amarillo y azul´ del sucinto pintor. Como modernos podríamos pensar que la pintura sirve para representar el mapa de algún sector de alguna ciudad. Como medievales empezaríamos a contar los colores y a creer que se trata de un código religioso. Para Dante el número 9 era un número muy especial, pues su raíz es el 3, que a su vez representa a la divinidad trifurcada. Recordemos algo del inglés Chesterton: «El lenguaje no es un hecho científico, sino artístico; lo inventaron guerreros y cazadores y es muy anterior a la ciencia». Casi en todas las mitologías hay triadas. Los celtas creían en la tríada `Thor, Wodan, Fricco´, así como los cristianos creen en un Padre, en un Hijo y en un Espíritu Santo. Y hasta en las letras hay tríadas, tales como estas: `Eurípides, Esquilo y Sófocles´, `Lugones, Almafuerte y Banchs´. Hondas y grandes son las raíces de estas manías, pero este no es el lugar para explicarlas, pero sí para comentarlas. Se cree que estas costumbres se aceptan porque parece natural, porque parece obvio que el núcleo familiar nazca del número 3: padre, madre e hijo. Mondrian tal vez no sabía antropología, pero era artista, y como artista intuía más que nosotros. Si la cuadrícula de la pintura no tuviera colores sería un simple andamio, un vacío, un espacio, es decir, una oportunidad, una invitación. Modrian bautizó el «neoplasticismo», una nueva manera de usar la plástica, la profundidad. Una vez que vemos el amarillo en la parte superior, pensamos: ¿será acaso el sol? Una vez que miramos el rojo, pensamos: ¿será acaso la sangre humana? Y una vez que vemos el azul, pensamos: ¿será el mar? ¿Será la composición de Mondrian la evocación del mar? Para mí, que vengo del mar, de Veracruz, así es. Así lo dicta mi vida profunda. Esta es una interpretación, o mejor todavía, una arbitrariedad. Y el arte es el árbitro de la percepción. Los colores, por sí mismos, crean el efecto de la profundidad, de la temperatura, de la textura. Cuando diseñemos no olvidemos que un color es autónomo y que es capaz de representar imágenes, imágenes que emergen desde nuestra inconsciencia. Cito al mexicano Enrique González Martínez para reforzar mis palabras: «Huye de toda forma y de todo lenguaje que no vayan acordes con el ritmo latente de la vida profunda». Este fragmento de cuarteto es casi un precepto estético. Quedémonos con esto: «acordes», «ritmo latente» y «vida profunda». La geometría es un modo que tiene la naturaleza para comunicar sus ritmos. Este modo o lenguaje sólido y duro funciona muy bien para transmitir la sensación de orden. Es común en los hombres del norte (de aquí viene la palabra «normandos») buscar la limpidez, la utilidad, la eficiencia. ¿Por qué? Por la escasez del medio ambiente en el que se desenvolvieron. Leyendo los duros `Eddas´ nos encontramos con una prosa parecida a la pintura de Mondrian, nos topamos con las «sagas» («saga» viene de «segja», que significa «decir» en islandés, decir sin adornos). Comunicar sin adornos es comunicar lugares, espacios. Ya decía Kant que si tuviera que definir a cada país por sus costumbres haría la siguiente tabla: Francia, tierra de modas; Inglaterra, tierra del mal humor; España, tierra de los antepasados; tierra de la ostentación, Italia; tierra de los títulos, Alemania, y Polonia, tierra de los señores. Kant, como Mondrian, entendía la «vida profunda» de los pueblos (y eso que jamás salió de su ciudad), que es una vida anterior a la ciencia. Si aprendemos a usar el espacio y el color poco importan los trazos y las siluetas. Y aprender lo anterior es aprender los secretos de la presencia de los objetos. No olvidemos lo que dijo el magnífico obispo Berkeley: «Esse est percipi», que quiere decir: «ser es ser percibido». Buen día, Comunidad Roastbrief.
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