Al ver el título, al leer la palabra «copywriter», seguramente te enojaste o te preguntaste por qué no la escribimos en español. Buena señal. Amas el idioma, amas tu idioma. Eres o serás un gran redactor si adoras tu idioma. Muchos estudiantes o publicitarios comienzan su carrera como redactores sin quererlo, sin desearlo, sin pensarlo. Los buenos redactores pueden pasar horas escribiendo, horas leyendo, horas pensando en una coma o en un punto. Cuando el olor de un libro te guste más que el olor de una dama, o cuando leer te guste más que comer, o cuando escribir te guste más que hacer el amor, serás un escritor. Los buenos escritores son buenos conversadores. La elocuencia es la madre de la escritura. Si ves formas, si ves cuerpos o si ves siluetas en las letras, eres un redactor publicitario. Si ves sílabas, letras o acentos en las palabras, eres un aburridísimo gramático. Si te preocupa la técnica más que el estilo, dedícate a la cirugía o a la albañilería, decía William Faulkner. Si te preocupa más el sonido de las palabras que su significado, vas por el camino correcto. Si te cuesta tejer textos cortos porque te sobran los argumentos, lo estás haciendo bien. Si gozas usando las ideas o si te agrada revolcar las ideas en la azucarada textura de los conceptos, tienes que ser copywriter. Si te excitas cambiando de lugar las palabras, es porque te apasiona la sintaxis. Escribe, criba. Si sufres colapsos nerviosos cuando alguien no comprende los significados de tus oraciones, eres un escritor, eres un fabricante de ideas. Si enfureces porque alguien hace un mal uso de tus textos, es porque te gusta la pragmática, o mejor dicho, es porque te gustan los juegos del lenguaje. Si redactas un guión de televisión con la pasión de los hermanos Cohen, llegarás muy lejos. Si fraguas un guión de radio pretendiendo que lo pronunciará un Frank Sinatra, es porque te atrae la voz, el sonido, la entonación. Un eslogan es un verso comercial, y un verso es un pensamiento entonado. Y un tono es una personalidad. Y una personalidad es una peculiaridad. Y una peculiaridad es algo que nos distingue. Y la distinción hace que las marcas sean seres elegantes, es decir, seres que saben elegir su público. Y saber elegir a nuestro público es saber elegir los mejores medios de comunicación. Y si te gusta la comunicación tienes que trabajar en publicidad durante toda tu vida. Escribe de 700 a 1000 palabras diarias, ya que sólo así podrás afilar tus habilidades estilísticas. Escribir diariamente hará que te conozcas, que te vacíes, que sepas de qué estás hecho. Escribir lo que no hemos hablado o lo que hemos callado no es un acto de creación, sino de transcripción. En cambio, cuando te vacías te ves en la necesidad de crear, de inventar, de ser un «artífice», un «homo artifex». Escribe, narra, describe, suscríbete al mundo de los prosistas o de las proezas prosaicas. Mira qué claridad tienen los grafitis de la calle. Mira qué concisión hay en los textos de los baños de tu escuela. Mira qué precisión hay en los folletines izquierdistas de tu facultad. Mira qué buenas rimas hace Bécquer. Demonios, no te canses de mirar. No leas, mira. Los textos grandiosos están hechos para ser mirados o escuchados, no leídos (por eso nos gusta pensar en un Homero ciego, en uno que escribía para el disfrute del decibel). Deleita tu oído con Joyce e imagina paisajes infernales con Rimbaud. Habla, habla mucho e improvisa. Inventa historias todo el día. Hablando se entiende la gente y hablando desanudamos problemas. Hablar es estructurar, es ordenar, es jerarquizar. Evita las metáforas trilladas. Evita, por favor, las metáforas agrícolas, bancarias o militares. Aprende a convertir el mal gusto en gusto por la vida. Lee mucho. Lee cuando estés en el baño. Escribe en servilletas, en hojas, en mesas, en el cristal empañado de tu coche, en el aire, en el cielo. Sé un redactor de tiempo completo y de peso pesado. Aquí, señores, sólo sobreviven las plumas con mucha tinta. Buen día, Comunidad Roastbrief.
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