Muchos grandes hombres se han alejado de las letras por culpa de los gramáticos. Es bien sabido que las academias lingüísticas hispanas son harto rigurosas a la hora de calificar un texto o un estilo. El academicismo espanta, asusta o rechaza. En cambio, la lengua inglesa permite ciertas libertades y cierta flexibilidad al escribir o al hablar. Tal plasticidad nos ayuda a crear textos más convincentes. Decía el gran maestro Faulkner que si te preocupan las minucias de las técnicas, será mejor que te dediques a la carpintería o la cirugía. Pero pasemos a nuestro asunto. La escritura publicitaria es el habla de las marcas. Y para hablar bien tenemos que pensar correctamente y evitar el tartamudeo (tónico y clónico). El lenguaje, es cierto, es un instrumento, pero es uno orgánico, uno vivo. Vamos a hablar con brevedad sobre las siete grandes prácticas literarias, prácticas que nos convertirán en grandes conferencistas o redactores comerciales. 1- Improvisar. Al improvisar nos conocemos a nosotros mismos. Hablar sobre cualquier tema nos obliga a buscar recursos, coherencia, lógica. El publicista improvisa sistemáticamente, pues escribe textos para vender pañales, aviones, pantalones o ideologías. Improvisemos con nuestros amigos, con nuestros padres o con la gente que camina en la calle. 2- Hablar en público. Dice un alemán ilustre que la sociedad nos pule, nos lima y nos forja el carácter. Al hablar en público comprendemos qué es la entonación, el ritmo, la paráfrasis y el galimatías. Exponer nuestras posturas o nuestras creencias también nos enseña a ser prudentes, ingrediente fundamental para escribir con mesura (el filósofo debe remojar su «dicción en el juicio», dijo Zenón). 3- Aprender erística. La erística es el arte de la dialéctica, o mejor dicho, de la síntesis mañosa. Tesis, antítesis y síntesis… he ahí el proceso. El relativismo es una de las formas de la erística. El anacoluto también lo es («salirse por la tangente», creo que dicen por ahí). Aquí un ejemplo de relativismo: «Bueno, tienes razón desde un punto de vista médico, pero no desde uno sociológico». 4- Memorizar poesía. Los grandes sofistas aprendían poesía de memoria. Al memorizar metros, rimas, cadencias o elocuciones, nos adueñamos del pensamiento ajeno. Ejemplo: «La semiótica es aquello que sirve para mentir, dice un italiano. Sí, mira, es el arte de hablar con mutismos. O como dice Neruda, es hablar `con el silencio tuyo´». 5- Aprender psicología. La psicología estudia la conducta y los hábitos mentales que adquirimos en sociedad. La psicología, para los antiguos, era el estudio del alma, del gusto. Los psicólogos penetran en nuestro interior a través de la cultura, del tabú, del tótem, del lenguaje. Saber por qué un árabe o un español desdeña el tiempo o saber por qué un inglés es puntual, nos facilita la labor persuasiva. 6- Empaparse de ciencia. La ciencia nos enseña métodos, sistemas, procesos. La ciencia, en fin, nos enseña a pensar ordenadamente, a ir desde la observación y la teoría hasta la experimentación y la inducción. Sin método estamos perdidos. Sin método escribimos sin dirección, sin objetivo, cuando lo que se espera del profesional de la comunicación es que sepa qué clase de respuesta se provocará en el público. 7- Enrolarse en la lógica. La lógica nos enseña a distinguir entre lo verdadero, lo falso, lo real y lo irreal. Las ecuaciones del lenguaje producen verdades irreales y falsedades reales. Ejemplo de verdad irreal: «Todos los perros negros son malos. Yo tengo un perro negro. Luego, mi perro es un cabrón». Ejemplo de falsedad real: «Todos los diplomáticos son cultos y todos toman decisiones en Europa. Luego, México está bien representado en el extranjero». Deseamos que los apasionados de la comunicación se sumerjan en las anteriores prácticas. Buen día, Comunidad Roastbrief.
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