Según nuestros precisos y empíricos conocimientos de fontanería, cuando un tubo no transporta líquidos con velocidad se llena de sarro, y cuando transporta líquidos con demasiada fuerza, se rompe. Las personas no son tuberías, pero sí vehículos. Y aunque son vehículos, no son medios, sino fines. La razón social de las empresas es hacer que el hombre viva bien. Es común que los talentos que laboran en las agencias de publicidad terminen trabajando para los clientes de las agencias. En un mundo de ingenieros, en un mundo hecho de álgebra y de algoritmos, un publicitario es utilísimo. También es común que los talentosos se vayan al extranjero o que se dediquen a trabajar en proyectos independientes. ¿Por qué se va el personal? Antes de comentar el tema, pensemos en el día a día de los profesionales que trabajan en el mundo de la comunicación. Hay talentos con fugas, es decir, desperdiciados. Y hay talentos incomprendidos, es decir, presionados. El conocido Principio de Peter explica muchas cosas. Muchos presidentes han sido grandes redactores, grandes diseñadores o grandes profesionales, para no entrar en minucias. Cuando estos directivos ascienden, sus competencias naturales se ven forzadas a transformarse en competencias artificiales, o mejor dicho, adquiridas, creadas, aprendidas. Al adueñarse de nuevas responsabilidades los presidentes empiezan a sentir su incapacidad. No todos son líderes y no todos son carismáticos (cuando el maestro de las letras Goethe intentó hablar sobre la guerra, quedó mal parado). Estas circunstancias generan estrés, mal humor o tensión social en el interior de la empresa (jamás dejes que el séquito del rey sepa que el rey no piensa por sí mismo, dicta un principio de la alta política). Los talentos que viven debajo, abajo o en la parte inferior del organigrama, se dan cuenta de la incompetencia de sus jefes y terminan siendo amenazas para las «cabezas», y no fortalezas para la empresa. No siempre sucede lo mismo, pero sí sucede muchas veces y es un proceso natural en las empresas. El ser humano, dice L. Bellenger, vive en constante competencia agresiva. Schopenhauer, por su lado, decía que el hombre no ha perdido sus instintos, su necesidad de vigilia, su miedo de presa. Es obvio y casi un acto reactivo el asustarse ante el talento emergente. Cuando un líder se asusta, construye barreras. Hay dos tipos de hombres con talento en el mundo, y son los enciclopédicos y los especialistas. El enciclopédico, el que sabe mucho sobre muchas cosas (I. Berlin sabía de política, de lingüística y de música), se ve frenado por los presidentes en la toma de decisiones. El especialista, por su lado, sufre de la crítica perenne, sistemática, terca. Los enciclopédicos, ignorados, empiezan a fugar su talento hacia otros lados, y los especialistas, se largan. Rompamos nuestros paradigmas y aprendamos a trabajar en equipo. Ser presidentes no significa que somos los mejores redactando, diseñando o pensando. Ser jefes no significa que somos omnipresentes o sabios (el mismo Filipo, al ver su torpeza pedagógica, mandó al Alex Magno con Aristóteles para que éste lo educara). Ser jefe es como ser un buen guía o un buen rector. ¿Los rectores de las universidades son los más inteligentes de la universidad? No. Los rectores son hombres con visión, hombres que saben adónde tiene que ir el talento humano (Vasconcelos, Unamuno, geniales rectores universitarios, sabían delegar, que es una de las formas de la confianza). Y domeñar el arte de la visión también es un talento. Esperamos que estas breves meditaciones mejoren el clima laboral de las empresas. Buen día, Comunidad Roastbrief.
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