[yframe url=’http://www.youtube.com/watch?v=WK0WjWlVO9w’] Glamour. Lo que menos hay en un casting, es glamour. Las personas que no viven en el mundo de la publicidad o de la mercadotecnia, creen que los actores son muñecos fáciles de controlar. Esta visión, además de materialista, es falsa. Lo más importante para realizar un casting, es tener un buen guión. Un buen guión, contiene un buen resumen y una buena explicación de las especificaciones técnicas. Fotografía, escenografía, luz, argumentos, movimientos y vestuario, todo tiene que estar detallado. Como en el teatro, lo menos importante y a la vez lo más importante, son los actores. ¿Qué significa esta contradicción? Significa que sólo hasta el final, cuando ya hemos meditado bien sobre la historia que vamos a contar, podemos elegir los rostros que representarán cada papel. A esto, se le llama gestuario. La voz, el cuerpo y los gestos, son los tres pilares que tenemos que evaluar para escoger a los actores. El mismo Goethe, al elegir quién sí y quién no representaría a sus personajes, lo hacía. Si el actor tiene donosura, estirpe y buen cuerpo, pero carece de una voz modulada, clara, ágil para subir y bajar, el actor no sirve. Eso sí, los doblajes, ayudan. Desafortunadamente, al elegir los rasgos étnicos de los actores, tenemos que apelar, todavía, a los parámetros estéticos que ha impuesto Hollywood. Una gran producción que podemos ver para aprender cómo hacer un uso magistral de los estereotipos, es la película Barton Fink. Rasgos rusos, árabes o judíos, siguen imperando como los arquetipos de la maldad o de la intelectualidad malintencionada. Creemos que la anterior, es una pésima práctica con repercusiones políticas y sociales desastrosas. En fin… En cambio, los héroes casi siempre son rubios, finos de la nariz y erguidos. En un casting, la ropa determina al actor, y no al revés. No todos tienen rostros clásicos como para portar un buen traje y representar a un mafioso italiano. No todos tienen rostros intrépidos como para representar a un conductor de carreras callejeras. No todas tienen el cuerpo para lucir lencería. No todas tienen el porte para fingir ser una ejecutiva de marketing neoyorquina. Hacer un casting, más que un mundo de glamour, es un albur, pues en gustos se rompen géneros. Buen día, Comunidad Roastbrief.
Comentarios