Si fuéramos perros de caza, nos darían a un cliente para que lo olfateáramos, y así seguirle la pista mejor hasta atraparle. si, es una comparación algo agresiva, pero repita conmigo: «La publicidad se dedica a conseguir clientes». Se llama target, o diana objetivo en inglés, y eso ya en sí mismo también es algo amenazante. A las dianas lanzamos dardos, flechas o balas, con ánimo de acertar. Disparar por disparar es tontería. Así que si nos dejamos de eufemismos, ni siquiera el social media es inofensivo. Si hay una marca detrás, la comunicación es como el lobo de caperucita roja, disfrazada de abuela, esperando a comerte. No tiene otro sentido. La publicidad no tiene como misión educar a la sociedad. En todo caso, si algún organismo público, ONG o fundación quiere concienciar de algo, usará la publicidad en cualquier formato, pero será por encargo. Y será porque ellos lo que vendan sea eso. Pero las marcas, lo que venden son sus productos. Y si los productos son legales, y respetan las múltiples normas que las leyes imponen en cada país para evitar los abusos, tienen como objetivo único lograr que les compres y cuanto más mejor. Cuando hablo de normas y restricciones, me refiero a las que impiden la venta de productos considerados dañinos como el tabaco, al uso abusivo del alcohol, a los que discriminan por sexo, etc. A la publicidad engañosa, a la que denigra a la competencia, etc. Lo que cualquiera conoce como malas prácticas del marketing. Por debajo de ese listón, nadie puede criticar a Coca Cola por intentar duplicar sus ventas en los próximos años. Y en eso están.
Y si salimos a cazar, salimos a cazar. No podemos dejar que se nos escapen las presas, y habrá que ir a las reservas de caza donde se encuentre cada especie. La obligación de cada publicitario es conocer dónde está su target, y apuntar allí. Y ese target es el que es, y está donde está. Les guste a unos o no.
Así, en España hay un intento de imponer a las marcas una función censora que no les corresponde. Desde la polémica con la presión desde twitter y otras redes sociales para conseguir que los anunciantes se retiraran de un programa de televisión que a algunos les pareció indignante, han intentado extender esa presión a otros programas de la misma cadena, y de otras. Insisto, que le asignan a la publicidad una misión que no es la suya. Tal vez la misión de algunos twitteros y líderes de opinión sea la de educar a la sociedad en otros valores, pero la de los publicitarios es simplemente llegar a una audiencia determinada, saliendo a cazarla allí donde está. ¿Que la audiencia está en el fútbol? A por ella. ¿Que está en twitter? A por ella. ¿Que está en un programa de lo que se conoce por Telebasura? A por ella. ¿O es que los que ven cada una de esas cosas no compran leche, jabón o pizzas? La AEA, Asociación Española de Anuciantes, lo tiene muy claro, y ha respondido tajantemente a la Agrupación de Telespectadores y Radioyentes (ATR) diciendo que son ellos quienes deciden dónde invierten y dónde no, y las autoridades quienes deciden si un programa es legal o no. Y es más, defienden la libertad de los anunciantes para competir como les parezca oportuno a cada cual:
«En ningún caso», afirmó, la asociación hará una recomendación colectiva sobre este tema que pueda interferir con la libertad de competencia.
Las marcas, son libres de posicionarse como quieran. Eso de que con el mundo 2.0 son los usuarios quienes fijarán tus valores es una falacia. Las marcas saben lo que venden y a quién se lo venden. Quienes no saben cómo se planifica una campaña de publicidad, con estudios de audiencia, perfiles de consumidores, GRP`s y otros datos que miden la combinación de medios e impactos, etc, jamás entenderán que aunque ellos no vean La Noria, más de dos millones de personas, tan dignas y respetables como ellos, salvo que empecemos a hablar de clasismo y elitismo, sí lo hacen. Dos millones de objetivos. Dos millones de personas que compran leche, desodorante y seguros de vida cada semana. Imagen: Creative Commons Flickr
Comentarios