Consumidores y mercadólogos, todos, estamos cada vez más inmersos en la tecnología y nos convertimos en seres socialmente tecnificados, con disminución en las habilidades para interactuar en vivo. Leonardo Da Vinci dijo “Por la lógica es que convencemos, pero por la intuición es que descubrimos”. Desafortunadamente, la intuición nos ha sido coartada por las mediciones de productividad y la conformación de equipos más analíticos, quesque más serios que la creatividad. A los que somos tantito más creativos ya nos mandaron a trabajar a nuestras casas o nos invitan a trabajar en un rincón, como fachosos apestados, fuera de la vista de las visitas, y nos piden disfrazarnos para junta cuando hay que ir a ver al cliente. ¿No te ha pasado que tus mejores ideas se te ocurren en el baño (pensé en la regadera ¿eh?) o en un traslado? Simplemente porque el subconsciente requiere de un espacio que bajo la presión o la observación de los jefes, respirándonos en la nuca, no funciona. Es a lo que creativos como Picasso o el mismo Da Vinci se refieren cuando argumentan que creando es como surgen los grandes genios. Es espacio en el tiempo es crucial. La inspiración llega por estar ejercitando el hemisferio derecho y se exacerba en los ratos de recreo. Me impactó ver un estudio que habla de nuestra obsesión a mantenernos conectados y que, en consecuencia, somos víctimas de una especie de déficit de atención que nos pone en un estado de preparación para ser interrumpidos, lo que genera la incapacidad de concentrarnos. Esa predisposición a estar listo para escuchar el cel sonar o la alarma de la compu o al jefe solicitarnos amablemente que nos pongamos en ipsofacto a sus órdenes nos ataranta peor que un cartón de chelas o un churro de esos bien chonchos. El estudio también habla de que esto nos ha llevado a programarnos para ser interrumpidos cada dos minutos, peor de rápido que si fueran enchiladas. Es obvio que nuestro negocio no es de enchiladas pero quizá lo que estemos entregando, por andar en friega, equivalga a una vil tortilla remojada. Todo esto me lleva a pensar que debemos re-educarnos tecnológicamente. Que el teléfono está ahí para nuestro servicio, no para el de los de afuera. Que los emails se deben contestar en tiempo y forma en la compu, no en un BB a la mitad de la comida. Que los que están a nuestro alrededor merecen nuestra atención completa. Quizá así, en reciprocidad, nuestro trabajo sería respetado para no vernos interrumpidos, como cocineras de comida corrida (o de enchiladas) cada vez que al comensal se le ocurre cambiar su orden. Nuestra creatividad merece ese respeto.
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