Parece que es uno el candidato que está trabajando para las elecciones presidenciales del 2012, pues no se vislumbra tan marcadamente el despliegue de campañas mediáticas, ni directrices de mercadotecnia política por parte de otros partidos. Es así porque no hay un contendiente que tenga una organización mercadológica que abarque tan amplio espectro desde lo político hasta el ámbito del espectáculo, como presenta el precandidato del tricolor; es decir no existe una figura pública que pueda contender en términos del valor de marca que ya se va creando. Como mercadólogo, como estudioso de la imagen, me parece un fenómeno interesante el análisis de las estrategias políticas y su lógica, debo confesar que muchas veces me ha sorprendido pues parece que existe gente muy capaz para organizar un campo tan amplio y complejo, como es el de las opiniones diversas, y alinearlo con una concepción de la realidad. Con esto me refiero a la creación de una imagen pública bien controlada. Al mismo tiempo me decepciona porque esa misma capacidad estratégica no se ve reflejada en las aportaciones políticas al país cuando se está en el poder. El sexenio que se termina nos muestra un claro ejemplo de las estrategias políticas y mercadológicas que aquí estamos hablando y que guardan una conexión intrínseca con la forma de gobierno: el plan agresivo de medios que se desplegó en la campaña de Calderón se materializa en la guerra contra las organizaciones criminales. Siguiendo esta misma línea de argumentación ¿qué se imaginan que nos deparan los gobiernos de los precandidatos pensando en las estrategias mercadológicas que se están generando, si por su parte se tiende a convertir en espectáculo la postura política? Volviendo al candidato en cuestión, una de las temáticas más recurrentes y que ha desatado polémicas y burlas sardónicas, es lo que han llamado “la guapura” de su personaje. A esta pseudo cualidad, que es parte de la configuración mediática del culto a la imagen como característica de nuestra época, la izquierda la ha tematizado desde la crítica cargándola de valor y tornándola importante. Lo que no asumimos es que la categoría de la belleza, entendida en estos términos, es un factor importante en el momento de la decisión final; no recuerdo un candidato actual de nuestra cultura que sea estéticamente feo, por lo cual debe ser un valor calculable entre los requerimientos para la participación política, pensando en hacer una buena estrategia consumible. Ojo esto no significa para nada capacidad, pero es claro que no jugar con las reglas que nos impone lo normal en nuestro tiempo sería como restarse puntos en la ecuación de la victoria. Recientemente en la red han aparecido campañas civiles de desaprobación, y algunas otras más formalizadas en el estado de origen del precandidato, pero el poco impacto que han tenido, además de la pronta movilización para eliminarlas; han logrado que no mellen ni un ápice del valor hasta ahora obtenido. Esto se refleja en las estadísticas que aparecieron en algunos diarios nacionales, donde encabeza las encuestas con una diferencia considerable; con relación a la competencia, quien se supone representará a la izquierda, se ha visto obligado a tomar una medida por demás forzada al anunciar su matrimonio, cuando el público conoce su tendencia sexual, lo cual posiblemente desfavorezca en lugar de contribuir a su valor de marca. En fin, pido, pedimos, más merca política no porque se crea en la propuesta de tal o cual sujeto; sino porque sin un enfrentamiento llano, sin una gama de elección, como que pierde un poco de sentido el asunto de la democracia. Si un solo candidato es el que está trabajando en la creación de su imagen, y que al momento ha alcanzado un importante valor de marca por lo menos en presencia, la llamada competencia deja de ser tal; continuando como está la situación pese a quien le pese y aún con el intento de una alianza todos sabemos quién será el triunfador. Basta esperar una estrategia sorprendente, casi imposible para reconfigurar el estado imperante, recen a sus dioses los que quieran que suceda, pero cuidado porque decía Wilde que “Cuando los dioses nos quieren castigar, escuchan nuestras plegarias”.
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