Cualquier diseñador, en cualquier disciplina, se enfrenta a un doble problema cuando recibe un encargo. Ha de crear una obra estéticamente deseable y funcionalmente aceptable. Digo bien deseable, y no atractiva, ya que la atracción es una cuestión de gustos, mientras que el deseo puede ser para resolver una necesidad, y que ésta quede resuelta satisfactoriamente. Diseñar, me empeño en decir siempre que se me pregunta, no es hacer cosas bonitas. Es como decían de George Nelson, crear cosas bonitas que funcionen. Si sólo es estético, es arte. Si sólo es funcional, es manufactura. Partiendo de ahí, algunos diseñadores logran maravillas de estilo creando belleza de formas vanguardistas e innovadoras, como Philippe Starck que justifica su fama. Pero la mayoría de nosotros no tenemos tanta capacidad abstracta como para crear de la nada una pieza, totalmente original.
Si juntamos la observación de la naturaleza como fuente de Benchmarking, con el axioma «házlo simple, funciona» llegamos a una técnica conocida como biodiseño o diseño bioinspirado.
Algo tan sencillo como buscar en la naturaleza cómo se resuelven los problemas, para aplicarlos de forma artificial. Sencillo, porque en realidad, está ahí, esperándonos para ser copiada, aunque a veces entrañe la enorme complejidad de los organismos vivos. Por ejemplo, se atribuye el descubrimiento del mecanismo que hay detrás del Velcro a un ingeniero suizo, George de Mestral, en 1941. Al volver de un paseo por los Alpes con su perro, observó que el pelo del animal había recogido semillas de bardana. Una inspección más minuciosa reveló que las semillas contenían pequeños ganchos al final de sus espinas protectoras. Estos ganchos se habían quedado prendidos a los rizos del pelo del perro. Pero hay un ejemplo de biodiseño que podemos aplicar cualquiera de nosotros, cualquier día, en casi cualquier trabajo que hagamos. Consiste en crear una paleta de colores para nuestro entorno gráfico, basado en los colores de la naturaleza.
Cuando afrontamos el layout de un folleto impreso, un cartel, una página web, o incluso un vestuario, una escenografía… cualquier dirección artística que necesite una combinación de colores que podamos decidir nosotros mismos, podemos recurrir a manuales, pantoneras, o cualquier otra guía de color, o simplemente fijarnos en la naturaleza y copiarlo. Buscamos una foto de un espacio natural, que incluya paisaje, flora y/o fauna, y usemos la herramienta cuentagotas de Photoshop para seleccionar los colores. Automáticamente, iremos creando una gama cromática aceptable en cas cualquier combinación. No importa lo variada y contrastada que sea: si está en la naturaleza, es natural. Es decir, la asumiremos sin conflicto en nuestra percepción. Hagan la prueba, y se sorprenderán.
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